sábado, 3 de febrero de 2018

MANÍAS

MANÍAS
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Manías. ¡Vaya un tema para comenzar a escribir mi primer relato! Una palabreja bien amplia, impersonal, abstracta, sin color, sin calor. Me sumerjo en mi interior, me espío, pero no encuentro nada de mi vida con que relacionarla. Pongo cara de no haber roto un plato y espío [1] a mi familia. Nada. ¡No puede ser! Nadie tiene manías.
¡Ya sé!, voy a buscar en sangoogle, que todo lo sabe. En su definición, encuentro que es “elemento sufijal de origen griego que entra en la formación de nombres femeninos con el significado de manía, gusto extremo o patológico”. Hay más definiciones, pero me llama la atención que ésta es feminista –todo lo extremo y patológico siempre es de la mujer, pero esto es otro tema–. Nada. En blanco.
Pues espío [2] la palabra. Me gusta para nombre de gato y grito “manía no”, y me hace reír. Busco otra vez en internet manías de gatos. Las tienen, y los perros también. A este paso, hasta los elefantes; pues sí, también tienen.
No busco más. Ahora resultará que [3] todo bicho viviente tiene manías menos yo. Grabo este escrito, no lo vaya a perder: clic, clic, clic, verifico y clic.

Rosa María Díaz ©

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