domingo, 1 de julio de 2018

LOS FANTASMAS DE LUCÍA.



Uno era el sonido de las llaves deslizándose por la cerradura.
Otro, el olor de su abrigo, húmedo, en el perchero.
El tercero, el ruido de sus pasos por la mañana.
El cuarto, un roce casual cada noche.
Y el quinto, el peor, su voz a cada rato.
Juan había marchado dejando un vacío enorme en su vida. 
Ese vacío se llenó con unos fantasmas que actuaban, olían y hablaban como él. 
Lucía se dejaba aterrorizar por cinco espectros que recorrían su bonito piso.
Sufría la incomprensión del abandono, y el quinto fantasma, emulando la voz de Juan, le decía lo mucho que la quería.
Ella sabía que mentía.
Intentaba conciliar el sueño y el fantasma abría la puerta con una llaves etéreas, pero ruidosas.
Ya dormía cuando sentía un roce imposible en su pierna en la soledad de su cama.
La despertaban cada mañana unos pasos que se alejaban por el pasillo por última vez.
Al salir de casa, la acompañaba el olor del abrigo de Juan, impregnando su ropa.
Y, hora tras hora, la voz de su amado susurrando mentiras.
Fantasmas de desamor, huid y desvaneceos.
Juan, vuelve y aleja las sombras.
Dime por qué te fuiste dejando estos fantasmas.

©Santos Gutiérrez

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