viernes, 15 de marzo de 2019

LA HORMIGA Y LA ORTIGA.




            En el hormiguero pesaba el desánimo. Se acercaba el invierno y los almacenes estaban casi vacios. Además, las ortigas iban invadiendo el terreno. Gracias a unos troncos que llevaban tiempo allí y de los que nadie se acordaba, podían coger alguna que otra larva; además, eran pocas. Sus huestes habían quedado muy mermadas desde la última incursión a la casa más cercana; se salvaron unas pocas de milagro. ¡Con lo bien que lo habían desarrollado!, pensaba una de ellas. ¡El olor del azúcar pudo más que la prudencia!

            ¡A ver! La casa estaba lejos para nosotras, pero enfilamos de una en una, trepamos la pared, entramos por la junta de la ventana, bajamos y seguimos por debajo, a ras de los muebles de la cocina, volvimos a subir igual por los muebles de la parte alta y, cuando el olor se hizo irresistible, nos fuimos metiendo dentro del armario. ¡Y allí estaba nuestro tesoro: un hermoso paquete de azúcar, abierto para nuestro deleite! Lo llenamos todo, ¡qué gozada! De repente una mano abrió el armario y pegó un grito enorme:

            –¿Qué es esto? ¡Hormigaaas…!

De un manotazo, cogió el paquete y nos tiró a la basura. Todo quedó en silencio por unos instantes, hasta que un olor intenso lo invadió todo. Esperamos hasta intentar salir de allí  y regresamos al hormiguero.

-----------

            No muy lejos de allí…

            –¿Qué haces, Estrella?

            –Un bocadillo, mamá. He quedado con Marta y Ángela para ir a merendar al monte.

            –Va a ser que no iréis muy lejos. Tendréis que llevar a Carlitos, yo tengo que ir al pediatra con el bebé.

            –¡Mamá, que tiene tres años!

            –¡Pues lo lleváis de la mano entre dos y así se cansa menos, y le haces una papilla de frutas y la metes en un tarro.

Carlitos entró en ese momento a la cocina.

            –¡Yo tero bocadillo chorizo!

            –¡Papilla de frutas con unas galletitas!, ¿vale?

            Carlitos se quedó más contento. Su hermana siguió haciendo el bocadillo un poco más grande.

–¡Si te portas bien, te daré un trozo de lo mío! –dijo
.
            Repasó lo que iba a llevar: botellín de agua, bocadillo y servilletas, un plátano y el tarro de frutas. Lo metió todo en una pequeña mochila y, de la mano de su hermanito, salieron en busca de sus amigas, que, en cuanto vieron el panorama, torcieron el morro; pero al rato lo cogieron entre las dos, dándole saltitos en el aire con el consiguiente regocijo del niño:

–Un, dos, tres… ¡Yupiii…!

            El pueblo acaba y enfilaron una pequeña cuesta donde las casas ya estaban más diseminadas y el verde se hacía cada vez más visible, hasta que vieron vacas paciendo plácidamente.

            –¡Vacas, vacas! –decía Carlitos, alborozado.

            La tarde de sábado estaba preciosa y disfrutaban riendo y contándose sus avatares colegiales.

            –¡Teno hambre! –dijo Carlitos.

            –¿Tan pronto? –contestó Estrella.

            –¡Sííí…, teno hambre, teno hambre!

            –Bueno, bueno –dijo Ángela–, podemos merendar en aquellos troncos de allí, que el suelo está húmedo de haber llovido anteayer…

            –¡Aquí hay muchas ortigas! –dijo Marta.

            –Da igual –contestó Estrella–, le damos la merienda a mi hermano; si no, nos va a dar el cante toda la tarde.

            Dieron unos saltitos, con cuidado de no ortigarse, y se sentaron en aquellos troncos tan estupendos.

            Estrella sacó su bocadillo con la servilleta y lo puso encima del tronco para sacar el tarro de fruta.

            –¡Tero bocadillo, tero bocadillo! –decía Carlitos.

            –¡Cuando te comas las frutas!

Pero llagó tarde. El bocadillo cayó hacia la parte de atrás de los troncos, donde las ortigas estaban gigantescas.

            –¡Dale de merendar a tu hermano, y ya veremos cómo lo cogemos después! –dijo Ángela.

            Carlitos merendó y se quedó muy satisfecho, pero cuando volvieron a mirar el bocadillo vieron con estupor que estaba lleno de hormigas…

            ¡Solo ellas y nada más que ellas estaban contentas!
           
                                       Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ©

No hay comentarios: