El
mundo giró 180 grados y la sociedad le pide que gire otros 180, para volver
donde estábamos; pero quien le pide prisas al tiempo no tiene dueño y mucho
menos acepta órdenes. Una vez escuché que, para que algo imposible suceda, solo
tienes que imaginar que es posible. La sociedad cree estar en ese punto y yo
pienso que no estamos ni a dos metros de estar cerca. Sí, dos metros, la
distancia para dar un abrazo. Eso sí, con mucho tacto, porque contacto,
ninguno.
Antes,
la distancia entre personas la poníamos nosotros mismos. Teníamos un modo de
medir muy peculiar, la verdad, porque no es lo mismo que te presente a alguien
nuevo un amigo tuyo que un desconocido te devuelva algo que se te ha caído del
suelo, y eso lo expresábamos en forma de distancia “entre su espacio personal y
el nuestro“, teniendo algunas variantes, sobretodo físicas: si nos parecía
agradable al ojo, reducíamos varios centímetros entre los espacios personales. Ahora
la distancia nos la imponen y nos pasa como “al tiempo”, que no nos gusta que
nos den órdenes; pensamos que el mundo está rumbo al inicio y que, con tacto –o
mejor dicho, con nuestro contacto– llegaremos antes. Es como una gasolina extra
súper para el viaje a nuestra normalidad.
¿Pero quién decide qué es normal?
Normalidad: una simple palabra que abarca
varios mundos y una humanidad. Es una palabra sencilla, olvidada por su simple
definición y, como olvido, dada por hecho. Es tan difícil definirla… Depende del
punto de vista del orador.
Creo
que se necesitarían varias décadas, exámenes constantes y limpieza de
prejuicios para poder encontrar a alguien que crea distinguir lo que es normal
de lo que no es.
En
estos días, ya con cara de meses, es una de las palabras favoritas –o mejor
dicho, deseos– de la humanidad. Pero para cada persona no significa lo mismo,
no cuesta lo mismo, o simplemente su normalidad es la anormalidad de su vecino
de enfrente. Eso sí, lo unifica todo, porque significa que avanzamos, superamos
o simplemente intuimos cómo son las reglas del nuevo juego, al que llamamos
vida.
Porque
párate a pensar. Para mí, lo normal es ver cada día el mar, que su olor y
sonido me hagan sentirme en casa, arropada, mientras que para otros el mar es
una foto de una vieja postal de vacaciones, y casa es el sonido del tráfico a
hora punta.
La
normalidad no es algo negro o blanco. Tiene matices en forma de arcoíris infinito,
y los humanos sufrimos de daltonismo paliativo.
MORALEJA: Seas normal o no, deja de ver el mundo como tu enemigo e
invítale a un café, que algo siempre tiene que contar.
Jezabel
Luguera©
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