—Mamá, por favor, no me
agobies, que hoy pongo yo la lavadora.
Normalmente, programas las
lavadoras en el ciclo normal, pero hoy es un día especial y has tenido que
meter las cortinas del baño en un ciclo a alta temperatura.
Eres tan gris que no
encajas ni en el movimiento normcore.
Es más, estás convencido de que aquello era un atajo de modernos haciéndose
pasar por normales para suplantar tu identidad. Tu temperatura es neutra, y tu
luminosidad, oscura. Estás tan desaturado y apagado que a veces no te
distingues en el reflejo. El perfil bajo es tu dogma, y la ropa del Carrefour,
tu perdición. También te gusta abrazarte a los árboles para sentir los ciclos
de la vida.
Siempre fuiste un cero a la
izquierda y nadie se fijaba en ti. Cuando hablabas en clase o eras mudo o quizá
el volumen de tu voz era ínfimo, también puede ser que los demás fuesen sordos.
Y por supuesto, nunca habías mantenido relaciones. Y quién se iba a relacionar
contigo si cuando lo intentaban te gustaba perturbarles clavando tu mirada en su
frente mientras les soltabas el rollo aquel de la puerta de Tannhäuser y las
naves más allá de Orión.
Pero llego el día, aquel
día especial que rompió tu normalidad y que te ofreció un nuevo mundo de
posibilidades: conociste Tinder, ¡menuda anomalía!, e hiciste un match con Norma; erais muy parecidos, la
verdad: gente corriente, pero no como los de la peli, que eran pijos que se
suicidaban, sino gente insípida y aburrida sin complejos. Ella quería ser
princesa y, con deje aquel del sur, te llamaba desaborío y tú sólo la
contemplabas mientras se enrollaba la toalla para darse una ducha. Antes de vuestra
despedida definitiva, descubriste que te encanta el olor a sangre que se impregna
en las cortinas del baño por las mañanas.
Por cierto, aunque tu
difunta madre, cuando se enfada, te dice Normando, todos sabemos que te gusta
que te llamen Norman.
—Mamá, sabías que la
normalidad nunca es noticia, pero a partir de hoy espero que ésta sea la nueva.
Óscar Nuño©
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