viernes, 10 de diciembre de 2021

EL INFIERNO DEL ELEFANTE

 



 

–Buenas. ¡Qué sitio más raro! ¿Puede decirme dónde estoy?

–Está usted en el Infierno del Elefante.

–¡Ah, qué interesante! ¿Puedo verlo?

–¿El qué o a quién?

–Al elefante, ¡a quién va a ser!

–Aquí no hay ningún elefante, ¡por quién me ha tomado!

–Entonces, ¿por qué se llama el Infierno del Elefante?

–Porque rima con Dante, y me ahorro los derechos de autor.

–Ah, ja, ja, ya veo: pasa de pagar impuestos. Es usted un demonio pillín.

–¿Un qué?

–Un pillín.

–¿Y eso qué es?

–Un cerdo, pero para que no se ofenda.

–Si no me ofendo, ¡si supiera las cosas que me llaman! Pero ándese con cuidado, que un día caerá usted por aquí y no le conviene entrar con mal pié. Le advierto que yo tengo mucho poder. Y en cambio usted, ¿qué tiene, eh?

–Un Porsche 911 Carrera GTS, rojo metalizado, 480 caballos, cero a cien en tres coma tres segundos.

–Entonces usted es un ladrón: mucho coche para un chupatintas.

–¿Y quién le ha dicho que soy un chupatintas?

–Hombre, no para de chupar el boli

–Pues se equivoca usted, porque esto es una gominola con forma de bolígrafo. Y para que se entere: yo soy un hombre muy importante.

–¿Ah, sí? ¿Qué es usted, un político hijoputa?

–Oiga, no me ofenda.

–Ah, conque le he pillado, ¿eh? Así que es usted político…

–Pues no: soy hijoputa, y a mucha honra.

–Ah, bueno, entonces no está tan mal; me temía lo peor. ¿Y por eso le han mandado aquí, al infierno? Como les dé por mandármelos a todos, no tengo sitio, la verdad.

–Tranquilo, no estoy aquí por eso. Estoy de visita comercial, abriendo nuevos mercados. Soy product manager, ¿sabe? Oh, yeah! Me llamo Oriol Puigvert Fontirroig. 

–Uy, uy, uy, esos apellidos… No será usted independentista, ¿no? Porque si es así, lo ingreso directamente y ya no le dejo salir.

–No, hombre, no, cálmese. Yo soy de Sant Esteve de Palautordera, pero mi padre era requeté, ¿sabe? Y mi madre rezaba el rosario todos los días, y después cantaba el Cara al sol.

–Bueno, bueno, pues mire, me ha cogido en mal momento, no sé yo si le puedo atender. Estoy muy atareado montando tres calderas nuevas, porque mañana me entra una remesa de cincuenta chinos condenados por lo del virus, ¡cabrones! Pero, en fin, ¿qué vende usted?

–Extintores Fontirroig: cinco años de garantía, descuentos por cantidad, entrega en 48 horas, también disponibles por Amazon Prime. Aquí tiene mi tarjeta.

–¿Es usted un vendedor tonto o me está vacilando? ¡Vender extintores en el infierno! ¿Qué pretende, hundirme el negocio? Ande, dese la vuelta antes de que le arree un garrotazo y lo deje estratégico.

–Querrá usted decir tetrapléjico.

–Eso mismo, sí, perdone. Ha sido un cunnilingus.

–¡Pero qué demonio más ignorante! Querrá decir un lapsus linguae.

–Eso mismo. Es que yo, de catalán, voy justito. Sólo en la intimidad, ya me entiende.

–Oiga, que no es catalán.

–¿Ah, no? Y entonces, ¿qué es?

–Creo que es griego. Antiguo, claro.

–¿Ahora resulta que va usted también de listillo? Mal le veo cuando caiga por aquí, mal le veo. Y ya puestos, perdóneme que se lo diga, pero y a usted, ¿quién le ha dado vela en este entierro?

–Uy, yo voy a todos: al de los Sanfermines, al del Conde Orgaz, al de la sardina… Me encantan los encierros.

–Usted es un fantasma, pero empieza a caerme bien. ¿Quiere que le enseñe la casa? Así se va familiarizando, para cuando venga a vivir aquí, que vendrá…

–Pues sí, vale. Es usted muy amable. Le haré un cinco por ciento de descuento en la primera compra de extintores, ¿qué le parece?

No comment. Mire, como ya se imaginará –porque se lo he copiado al Dante, ja, ja, ja, soy malísssimo–, el cotarro lo tengo organizado en varios círculos concéntricos. El más pequeño, para los pecadores más insignificantes: los gilipollas, los embaucadores como usted; como si dijéramos, la morralla. El más grande, para los pecadores más contundentes: los asesinos en serie, los que violan a niñas o viejecitas y luego las descuartizan y las tiran a un contenedor de basura, o se las comen; los gourmets, vaya. Ingenioso, ¿no le parece? Si es que soy de un creativo… Tengo tres tridentes Michelin, no crea.

–¿Y aquellos que veo allí, bebiendo margaritas, fumando porros y rodeados de tías en pelotas?

–Ah, esos son los políticos, que han convencido al jefe de que le van a financiar un infierno nuevo: cero emisiones de CO2, todo eléctrico, una pasada ecológica. Las calderas funcionarán con paneles solares y con aerogeneradores. Un infierno 5G, última generación; mejor que los suecos, oiga. Le invitaré a la inauguración. Vendrá La Pantoja.

Osti nano, muy bonito. Y los que hemos pagado impuestos hasta ahora para que funcione el infierno de toda la vida, ¿qué?

–¡Y a mí, qué me cuenta! ¿Qué se cree usted, que somos angelitos? Pues no; aquí somos demonios, muy malos, malos de cojones.

–Bueno, mire: yo lo único que quiero es venderle mis extintores, ¿vale? Me firma un contrato de suministro y me largo… ¡Que no me dé portazo, collons!... ¡Será maleducado, el tío! ¡Que me ha pinchado el culo con el tridente!

 

Y se fue alejando. La suave brisa del atardecer le traía, cabalgando sobre la susurrante caída de las hojas secas del otoño, ecos provenientes del Infierno del Elefante:

–Anda, Pablo, pásame otro porrete y deja ya de tocarle las domingas a Yolanda.

–Joder, Pedro, que ya llevas tres; no te pases, que el Begoño te va a poner a caldo.

–Mariano,  vigila, que tienes a Fernando detrás.

–Tranquila, no hay peligro. Ese va a por Santiago.

–Oye, Andoni, alcánzame otra botella de Dom Pérignon, si no te importa.

–Vale, pero tú ¿qué me das a cambio?

Las voces se difuminaban ya en la lejanía y sólo acertaba a oír el estallido de los tapones de las botellas de champán al descorcharse. Y risas, muchas risas.

 

José-Pedro Cladera Fontenla©

No hay comentarios: