viernes, 21 de abril de 2023

YO ESCUCHÉ A ALBERTI.

 



     El día amaneció lloviendo en Granada. Se dice que en Sevilla la lluvia es una pura maravilla. En Granada sin embargo no; cuando llueve suele diluviar, y esa mañana, diluviaba.

     Yo sabía que ese día iba a ser uno de los días mas extraordinarios de mi vida. Estaba invitada a un recital de poesía de Rafael Alberti. Pero no a uno más, con diferentes poetas leyendo sus poemas, esta vez era el propio Alberti quien iba a recitar su poesía, el maestro en persona.

     Creo que jamás miré el cielo con más preocupación. En el acto íbamos a estar sólo unas cuarenta personas en el pequeño claustro de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada. A las siete de la tarde. Una tarde de mayo primaveral, que estaba obligada a lucir con la luz del sol, a rezumar aroma a rosales y a disfrutar de la suave temperatura granadina.

     Al mediodía un sol rácano comenzó a asomar por la vega, las últimas nubes violetas se alejaron y un olor dulzón comenzó a subir del patio.

     Ese día pensaba estrenar un vestido, estuve días buscándolo, al final lo encontré en la calle Alcaicería, era largo, de mil colores, junto con un hermoso chal color malva. Y un pequeño bolso de cuero.

     Apenas comí. A las cinco de la tarde salí de casa hecha un pimpollo. Hora taurina, de flores y campanas.

     A las seis y media estaba sentada en la primera de las pocas filas que había, en una silla de tablas que podía romperse en cualquier momento, junto a la amiga a la que he adorado siempre por tan preciosa invitación. El mejor trono no hubiese aguantado la comparación.

     Éramos un pequeño grupo, temblando de emoción. Alguien en un lateral tocaba la guitarra.

     A las siete y cinco minutos entró Rafael Alberti acompañado de una mujer y un asistente, no se separaron de su lado en toda la velada. Se sentó en una pequeña mesa delante de mí, ¡¡¡delante de mí!!!. Apenas dos metros nos separaban.

     Siguieron dos horas de pura magia, el maestro recitó parte de su obra --¡madre mía escucharlo de su boca!-- charló, rio, volvió a recitar. Nos habló de su vida, respondió a nuestras preguntas, y estoy segura, segura, que muchas de sus miradas se dirigían a mí.

      La luz dorada del atardecer nos bruñía a todos en aquel "carmen", y las manos nos dolían de aplaudir al poeta. No nos acompañó a tomar la sangría que se sirvió al terminar el acto, pero abrazó a quienes, con sumo respeto y admiración nos acercamos a él. Esa tarde fue un hombre feliz. Pura vocación.

     Corría el año 1981. Era primavera. Y estaba en Granada.

     ¡Yo escuché a Alberti.!

 

Remedios Llano Pinna

Comillas. Abril 2023.

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