viernes, 20 de febrero de 2009

LA MAR


Escúchame, Mar: la idea fue de Flor, y Rafael, (Foncho, para los cercanos,) le dio forma y la puso en marcha. De inmediato nos apuntamos Laura, Laly, Ana, Isabel, Pili, Lourdes, María, y el que suscribe, para formar el primer Taller de Escritura, que en febrero del 2009 comenzó a funcionar en San Vicente de la Barquera.

Foncho hizo la presentación de lo que pretendía ser el Taller, y después de tratar varios temas propuso, y nosotros aceptamos, hacer todos un pequeño relato sobre un tema obligado: La Mar.

Por eso me llegué hasta la playa para verte y hablar de ti con una imagen reciente. Te encontré enfurecida, Mar. Aprovechándote de que la playa estaba desierta, de que en aquel momento no entraban ni salían barcos cuyos tripulantes te pudieran acusar, batías con fuerza el espigón, como a traición, como con odio. Te ensañabas en él empujándole con tus brazos enormes en forma de olas gigantescas, y tratabas de derribarle. En tu retroceso te amparabas en las rocas emergentes sobre las que estribabas para regresar con furia renovada, y repetías sin reposo tus terribles embates...

Durante largos minutos contemplé tus malévolas intenciones.
El cielo estaba encapotado, y tu, camaleónica siempre, vestiste su gris sombrío para confundirte con él, allá en el horizonte; pero a media distancia ya se adivinaba tu movimiento ondulado y tenebroso que venía a desvanecerse convertido en sucia espuma sobre la playa empequeñecida y triste.

De tus entrañas parecían salir los sordos rugidos que atenuados por la distancia, y confundidos con el reventar de tus olas, llegaban a mis oídos.

La luz de la tarde había perdido sus brillos, y nos envolvía a ti, a mí y al paisaje entero, un resplandor mortecino que a duras penas nos llegaba de poniente.

Motivado por todo ello no pudomi mente ver otra cosa que no fuera tu saña y crueldad de movimientos, y pensé en los cuerpos de bañistas incautos que a traición tragaste; en los pesqueros engullidos en alta mar sin opción de salvamento, en los paquebotes zarandeados sin piedad, y los maremotos con los que, asociados con huracanes, barriste sin piedad poblaciones enteras, llevándote por delante vidas, casas y enseres de gentes inocentes y pacíficas...

Te pillé en mal momento, Mar. Por alguna razón que tú sola conoces, actuabas con furia enloquecida, y yo no puedo contar de ti más que lo que tu estampa embrutecida me inspiró.

Todos hacemos cosas que no debemos hacer; yo también. Por ello te prometo volver otro día cuando estés calmada y serena. Cuando te vistas de color azul cielo y te adormezcas plácidamente, para contar como es tu lado bueno, Mar, que sabemos que también lo tienes...

Jesús González ©
Febrero 2009

1 comentario:

Anonymous dijo...

Que hermoso como desgranas tus sentimientos ante la belleza y la grandeza de ese mar, que tanto nos apasiona
besos