martes, 12 de mayo de 2009

EL AMOR DESINTERESADO


Mi agradecimiento a todos los padres y madres que he tenido el gusto de conocer durante treinta y siete años.

Del noventa y nueve, coma, nueve por ciento, afirmaría que fueron responsables en su dura tarea y que hicieron que mi etapa como educadora y mi vida personal salieran reforzadas con sus aletadoras palabras.

Para que nos concienciemos del esfuerzo de tantos padres y madres, como botón de muestra, tengo el placer de presentaros a los de Conchita.

A sus ocho años era un manojo de nervios, siempre desmelenada, su cuaderno poco atrayente...

El primer día, sus padres, (estuve a punto de llamarles abuelos), entraron en el aula silenciosos y como avergonzados. Nos sentamos en círculo, me saludaron con mucho respeto y por fin me preguntaron:

-Señorita Isabel, díganos, por favor, ¿considera tonta a nuestra hija Conchi?

-¿Tonta?... Yo diría que es despistada, impaciente, desordenada y lo más serio, que confunde algunas letras, pero ¡tonta, no!. En matemáticas razona bien y, en "Euskara" aventaja a los demás compañeros. Posée un rico vocabulario y se expresa correctamente. Necesita pulimentación, pero opino que nos encontramos ante una alumna inteligente.

Me miraron extasiados y se miraron incrédulos.

-No quisiera inmiscuirme en sus posibilidades económicas, -continué-, pero para corregir su dislexia Conchita necesita la ayuda de una logopeda una sesión a la semana como mínimo, y ya saben, que las dietas son altas.

-¿Piensa usted que superará ese defecto?

-Otras niñas lo hacen, ¿por qué no ella también?, -les respondí.

-Lo pensaremos, -dijeron, y se despidieron amablemente.

Antes de dos semanas me pidieron otra cita, esta vez se les veía eufóricos.

-Señorita Isabel, ya tenemos logopeda, quiere hablar con usted. Nos ha asegurado que en un año o dos, como máximo, Conchi habrá corregido la dislexia. (Me confesaron que tenían algo de dinero ahorrado para volver a Galicia en su jubilación, no obstante, lo prioritario era la educación de su hija. Su querida Galicia siempre les esperaría).

-Yo también les quiero pedir un favor, -les dije.

-¿Cómo?, -preguntaron al unísono.

-Quiero que actuén como profesores en casa. -Y les expliqué mi plan de trabajo.

La madre se comprometió a hacerle dictados, mandarle copias de forma sistemática, a exigirle una presentación intachable y sin errores ortográficos. El padre, aunque no hacía falta, se ofreció como profesor de matemáticas.

Los compañeros pronto se percataron del avance de Conchita. En matemáticas empezó a sobresalir y su cuaderno recibía continuos ¡Oh, oh, oh!

Las visitas se sucedían con mucha frecuencia. Necesitaban hacerme partícipes de su felicidad. Unas veces eran cajas de bombones, pues Conchita les había comentado que la Señorita chillaba mucho, otras botellas de orujo, de... (Se habían enterado de las jaquecas de la señorita), "mano de santo", me dijeron.

En cuarto curso de EGB, la especialista le dio el alta a Conchita. Se la veía feliz. Sus padres no sólo siguieron con su labor sino que el Colegio encontró en ellos a los mejores aliados.

Ya en otro centro, mi compañera Celia, me contó que Conchita cursaba Magisterio con los valores y la educación que le inculcaron sus padres. Yo recomendaría a Conchita para la empresa docente más abnegada.

Queridos padres y madres, quiero haceros coopartícipes del esfuerzo de los padres de Conchita y con un abrazo os digo, ¡Gracias!

Isabel Bascarán ©
San Vicente de la Barquera
11/05/09

3 comentarios:

Anonymous dijo...

Isabel,

Que loable labor la de enseñar, hoy, nos has dejado en estas letras el reflejo de tu hermoso andar.

Felicidades.

V:

12/

flor dijo...

querida maestra es un placer aprender a tu lado,y ademas haberte conocido,un besito,Flor.

Nieves dijo...

Es una historia preciosa.

La forma de relatar tus vivencias es sencilla y profunda a la vez.


Un saludo.
N.Reigadas