jueves, 12 de noviembre de 2009

VIVENCIAS


Último lunes del mes de Octubre, siete de la tarde. Una tarde que, aunque de otoño, en lo que a temperatura se refiere, se asemeja a una bonita tarde de verano. Pero el horario solar no deja lugar a dudas y las farolas de la villa ya se van encendiendo poco a poco haciendo ver la cruda realidad.

El tiempo pasa muy deprisa para su gusto y sin que llegue a darse cuenta se encontrará abriendo los regalos que los bondadosos Reyes Magos le dejarán en el balcón.

Las calles están tranquilas, ya no tienen el agobio de la gente que va y viene sin saber muy bien a donde se dirigen. Se puede aparcar fácilmente cerca del lugar de destino, aunque esto último, en contra de lo que le gusta a nuestra amiga, resulta contraproducente para su buena salud. El caminar es muy recomendable y muy atrayente cuando puede hacerse por esos parajes tan espectaculares que tiene a su alrededor pero ¡qué pereza le da el ponerlo en práctica!

La habíamos dejado aparcada cerca de su lugar de destino. Hace aproximadamente un año hacía el mismo trayecto, con la misma expectación e ilusión. En aquella ocasión duró poco la misma, había que decidir y descartar alguna actividad al tener muchos frentes abiertos y los días no contaban con las suficientes horas para atenderlos a todos.

Este año nueva planificación y nuevas actividades. Le gusta hacer un poco de todo aunque pocas cosas le salen todo lo bien que le gustaría, pero nunca perderá la esperanza. Está segura de encontrar, algún día, ese don escondido en todas las personas, algo que le haga llevar a la práctica esa perfección con que a ella le gustan las cosas.

La zona alta del pueblo está tranquila, en estos días más que de costumbre, pues la encargada de la biblioteca está de vacaciones. Ya sabe que las tiene muy merecidas pero el edificio ha perdido esa calidez que se percibe cuando alguien entra y se encuentra con la sonrisa, siempre amable, de la bibliotecaria; últimamente mucho más, si cabe, debido a la bonita etapa de su vida por la que está pasando. Todas las amigas que la quieren sienten un poco suyos los síntomas, pero este será un tema aparte para próximas fechas.

Ahora hay que seguir subiendo un poco más; habrá pocos lugares en España donde haya que subir tanto para encontrarse con la cultura. Esta vez lo que le esperan son unas empinadas escaleras de madera que conducen a la sala multiusos que lo mismo acoge un cuenta cuentos, que una conferencia, un cursillo de Photoshop o un Taller de Escritura. A medida que se va acercando escucha cada vez con mayor nitidez la voz de alguien leyendo en medio de un silencio sepulcral.

Deduce que la voz no es la de la autora del texto leído, por las pausas hechas, fuera del lugar que correspondería y, por la entonación un poco insegura, como si fuera una vacilación, que no sabe muy bien qué le deparará la siguiente frase.

Esta idea tiene que ser cosa del “profe”. No se conforma con enseñarles a escribir, además tiene como objetivo que sean capaces de leer textos inéditos para ellos, y a ser posible sin destrozar su sentido, ni su sentimiento.

Querido profesor, no pidas demasiado, sólo son aprendices en este complejo mundo de la expresión escrita. Algunos son muy buenos, sí, pero aprendices al fin y al cabo.

Se acerca sigilosamente, no quiere interrumpir esa lectura que tan atentamente escuchan todos. Habría estado bien poder verlos sin ser vista pero no es posible. Sonrisas de bienvenida por parte de todos, para no interrumpir, y la de ella de gratitud. Son buena gente, la hacen sentirse a gusto en su compañía.

Al escuchar sus trabajos se pregunta: “¿Qué demonios hago aquí? Todos ellos son realmente buenos en esto de escribir”.

Pero resiste ese primer impulso que le aconseja darse media vuelta y volver por donde ha venido y sin darse cuenta, enseguida, los compañeros hacen que se integre en el grupo participando con ellos en sus lecturas.

-“¡Dos obras que he estropeado!, ¡qué se le va a hacer!” –esos son sus pensamientos mientras íntimamente les agradece su cariñosa acogida. Ha de practicar un poco más la lectura en voz alta para no volver a deslucir los trabajos que, según dicen sus compañeros, les supone tanto esfuerzo parir, pero ella está convencida de que esos son “partos fáciles” y con epidural. Todos poseen el don de saber transmitir pensamientos y sentimientos, y los dones que la naturaleza te ha dado no te hacen sufrir.

Los minutos transcurren entre comentarios, halagos y risas mucho más deprisa de lo que les gustaría a todos ellos.

Al cabo de un rato, que se hace corto, despedidas… pero sólo hasta mañana porque en esta pequeña villa volverán a encontrarse en cualquier momento, en cualquier esquina, y siempre habrá ese saludo y esa sonrisa especial que nace de la amistad creada por el vínculo de la escritura.

Laura González Sánchez ©
30/10/09

3 comentarios:

Anonymous dijo...

¿Hablas del nivel del grupo?, pero muchacha ahora mismo con tu reencuentro está la cosa en alza. Es el día de hoy cuando tendremos que "parir" escritos con más cuidado, te tendré como la muestra que ponía mi profesor de pequeña, seguir hacia abajo con buena letra y presentarlo con un poco de temor, siempre esperando una nueva para aprender a mejorar la letra.
Lines.

Anonymous dijo...

Laura.

Tienes un precioso Don, que debes de seguir explotándolo, para seguir engalanando este hermoso Taller.

abrazos

V.

Anonymous dijo...

¡Qué gusto Laura volver a leerte! Aunque realmente nos has dejado un poquito mal, porque hemos estado todo el año pasado intentando aprender algo y llegas tú que se supone que estás desentrenada y haces esto...

María