viernes, 18 de diciembre de 2009

EL SOLDADO DESCANSA DEL COMBATE

El soldado descansa del combate
con las armas dormidas de aquel acto,
en el cielo se asoman las estrellas
en la tierra se posan los milanos.

Ya los buitres planean lentamente
y los cuervos no quieren los sembrados,
ahora tienen un campo silencioso
con los cuerpos sin nombre de muchachos.

Un cigarro se enciende en la trinchera,
tembloroso y relleno de tabaco,
una frente se queda pensativa
con los labios que rezan suspirando.

Esta escena tan lúgubre y siniestra
más parece sacada de algún cuadro,
de un maestro quizás impresionista,
o la mano de un loco desquiciado.

El soldado descansa simplemente,
él no sabe de guerras y de bandos,
no comprende políticas absurdas
ni discursos con premios y regalos.

Se combate en el frente de batalla
en virtud de políticos nefastos,
que no saben buscar las soluciones
que la vida les pone a cada paso.

Nuestro hombre, que piensa en su familia,
en su hogar y en sus sueños tan dorados,
sólo quiere que se alce la bandera
y que acaben de oirse los disparos.

Quiere ir a su casa y a su tierra,
donde ahora se encuentra desterrado,
en virtud de una guerra que no entiende,
porque hay hombres que viven del fracaso.

El soldado suspira mientras fuma,
manteniendo el cigarro con cuidado,
él desea que acabe todo esto
y que hablen los besos y los labios.

Él quisiera dormir junto a sus armas,
y cubrir a su cuerpo con un manto,
donde el cielo y la tierra sonrieran
y la paz le acogiera en su regazo.

Una paz sin paises ni fronteras,
más allá de egoismos enfrentados,
con el cuerpo querido de su amada
que se funda con él en un abrazo.

Rafael Sánchez Ortega ©
10/12/09

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