viernes, 18 de diciembre de 2009

EMIGRANTES

Pilar se despidió de sus vecinos y amigos, dijo adiós a su pueblo, incluso rememoró por un instante sus vivencias en aquel rincón de Asturias que la vio nacer hacía ya tantos años. Marchaba contenta, ilusionada, nerviosa y también con su pizca de miedo por no saber muy bien lo que iba a encontrarse al llegar a su destino. Aunque había de reconocer que las cosas eran mucho más fáciles que cuando sus dos únicos hermanos marcharon tan jóvenes, cruzando el charco como tantos otros, viéndose obligados a dejar sus familias, amigos, sueños y esperanzas, buscando una vida mejor. Formaban parte de aquellos jóvenes a quienes les tocó vivir los duros años de la guerra civil y parte de la posguerra, pasando mucha hambre y todas las penurias que ello conlleva.

En el momento del embarque dudó y por sus cabezas pasó la idea de volverse atrás, como tantos otros que no soportando la tensión de la despedida fueron incapaces de embarcar, pero era necesario partir en busca de otra vida para disfrutar de un futuro mejor.

Cruzaron el océano hacia la tierra prometida con la pena en sus corazones y la esperanza de volver en su mirada. Atrás dejaban toda su vida: infancia, juventud, familia, amigos…, y también hambre, miseria y calamidades. Trabajarían duro, día y noche si fuera necesario, para volver a la tierra que les vio nacer.

La travesía duró casi un mes y estuvo repleta de penalidades. Familias separadas durante todo el viaje, hombres por una parte y mujeres y niños por otra. Con el paso de los días iba aumentando la falta de higiene, la escasez de agua potable, y dependiendo de la hora, tanto el frio como el calor se hacían insoportables.

Pilar viajará en avión, en pocas horas estará aterrizando en el aeropuerto de La Habana y, después de unos kilómetros más en autobús, ¡por fin! podrán abrazarse todos y ponerse al día de tantas y tantas cosas que desconocen de sus respectivas vidas.

Pilar sabe que la suerte no les acompañó en Cuba; de vez en cuando ha recibido alguna carta, sin dar demasiadas explicaciones, pero entre líneas se percibían la tristeza y la decepción por no haber podido cumplir sus sueños de progreso, ni las promesas hechas a sus padres al partir. Sabían que en Cuba la colonia española dominaba el comercio y que era fácil encontrar trabajo a través del Centro Asturiano de La Habana, toda una institución en la capital del país, hasta el punto de construir como sede social uno de los palacetes más lujosos de la capital, además de instalar uno de los servicios de salud más completos y avanzados de la época. Los asturianos dejaron estelas en el país que sus descendientes procuraron conservar.

Los aportes de la inmigración asturiana en Cuba han sido muy valiosos, sobre todo en el terreno cultural, pero lo que sin duda más ayudó a esa difusión fueron las romerías organizadas por los asturianos con su carácter alegre y afable.

A medida que se va acercando el momento del reencuentro el corazón de Pilar se va comprimiendo. Se ve mucha miseria a través de los sucios cristales de la vieja guagua que va a la ciudad. Edificios en estado de absoluta ruina, pero que dejan vislumbrar la época de esplendor vivida antaño. Carreteras tercermundistas, escasos vehículos que inexplicablemente circulan por ellas teniendo en cuenta que son modelos de los años 50, bicicletas, incluso un carro tirado por caballos circulando por lo que se supone es una autopista, adornada por enormes socavones en la calzada que en cualquier momento pueden producir el reventón de una rueda.

En algunos puentes y cruces de carreteras se ven enormes colas de personas. Pilar pregunta a su compañero de asiento, quien le explica que están haciendo “botella”, lo que en España llaman auto-stop. Debido al mal funcionamiento del transporte público los cubanos se ven obligados a hacerla. A veces son tan largas las colas que están organizadas por un trabajador del Estado vestido de azul en La Habana y de amarillo en el resto del país. Este trabajador hace parar a los coches de matrícula azul que están obligados a llevar a los autoestopistas. Las personas que tienen mucha prisa se colocan al borde de la calzada exhibiendo pesos para que algún conductor particular se detenga y previo pago, les lleve a su destino sin perder demasiadas horas en el traslado.

Llaman la atención los semáforos colocados unos 50 metros antes de los cruces con el consiguiente peligro para la circulación. No hay señales en las calzadas, a veces pueden verse unos pequeños carteles azules con una flecha indicando la dirección de la circulación, clavados en alguna pared repleta de desconchones. Los nombres de las
calles pueden leerse en unos mojones de piedra colocados en las intersecciones de las mismas.

Al final del trayecto, en lo que ellos llaman terminal de autobuses, reconoce a los suyos no sin cierta dificultad. Las lágrimas asoman a sus ojos sin saber si son de alegría por verlos de nuevo, o de pena por encontrarles en aquel mísero estado.

Abrazos, besos, tantas cosas por decir y un nudo en sus gargantas que les impide hablar. Ya habrá tiempo para ello, ahora lo que quieren, lo que necesitan es tocarse, sentirse cerca, juntos de nuevo.

Durante los largos días, semanas y meses que duró la estancia de Pilar en aquel país, vivió en primera persona las penurias sufridas por sus hermanos. Escuchó relatos de sus vidas dedicadas en cuerpo y alma a buscar una salida que les permitiese volver a su añorada tierra. Lucharon duro buscando un futuro que nunca les llegó. Ahora son pobres, pero dicen ser felices, sólo se quejan de que la comida que el Estado da gratuitamente por libreta a cada ciudadano, no es suficiente para alimentarse. Intentan ganarse un dinero extra ofreciendo su casa como hospedaje a los turistas. Siempre con mucho miedo pues no está permitido hacerlo si no pagas las tasas correspondientes al Estado y teniendo en cuenta que los cubanos a quienes se vean tratando con turistas quedarán “marcados” por la policía. Hay que tener mucho cuidado y además si se les pilla hablando de política pueden ir presos por el miedo del régimen a la contra-revolución.

La mayoría de los cubanos apoya a su gobierno pero día a día van aumentando las personas, jóvenes sobre todo, que solapadamente se oponen a él.

No ven futuro, todo es trabajar y trabajar para nada. Uno de los hermanos de Pilar trabaja en una panadería de 7 de la mañana a 3 de la tarde por un mísero sueldo de 25pesos cubanos y habiendo artículos de primera necesidad que sólo pueden comprarse con divisas. El otro hermano trabaja en los cultivos de la hoja del tabaco en una pequeña población. En este caso la casa donde vive es suya, pero los cultivos pertenecen al Estado que se queda con el 90% de las ventas. Después de todo esto queda claro que todos sus intentos por triunfar y volver a su tierra resultaron infructuosos, y ahora ya han perdido las fuerzas y la esperanza. Saben que nunca más volverán a pisar su querida Asturias. Sus ojos no podrán disfrutar de nuevo del colorido que aún se mantiene en sus retinas. Los verdes de los prados; los azules y, a menudo, grises del cielo que se confunde con sus montañas… ¡y cómo no! ese bravo Cantábrico que les vio partir con mucha pena pero con todas sus ilusiones puestas al otro lado del mar.

Laura González Sánchez ©
Diciembre 2.009

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