martes, 12 de enero de 2010

MI NAVIDAD

Cada navidad es diferente a otra e irrepetible y a medida que he ido cumpliendo años la he celebrado de distinta manera; ahora si que añoro las navidades en que era pequeña, celebradas con ingenuidad y alegría, sin prisas ni agobios.

La aventura de salir a buscar con los niños del barrio aquel musgo pegado en los paredones para colocar el nacimiento encima, con ese olor tan especial que me parece oler todavía, después lo poníamos sobre la cocina de carbón para que se secara, en un ritual de preparar el nacimiento con aquellas figuras que año a año nos compraban para ir haciéndole un poco mas grande.

Debajo, de soporte, unas cajas de madera de la fruta que tapábamos con una tela, el río hecho con papel de aluminio, las nubes con algodón, y la cama del niño Jesús con virutas de madera que pedíamos en la carpintería.

El adornar el árbol, el acebo que entonces se salía a cortar al monte, y aquello también era una aventura, con nuestros padres, unas viejas Katiuskas y un hacha, pasábamos la tarde escogiendo el que nos parecía mas bonito, para después, ya en casa, colgar aquellas bolas tan bonitas poniéndolas cuidadosamente, porque si se caían se harían mil pedazos.

Esa nostalgia de ir sacando poco a poco todos los adornos guardados cuidadosamente de un año para otro, envueltos en interminables papeles de estraza para que no se rompieran; aquí hago una parada cierro los ojos y me veo sentada al lado del fogón, siento su calor y una lagrima resbala por mi mejilla, ¡que feliz me sentía en aquellos momentos!.

Hasta me parece saborear aquel chocolate hecho lentamente en el fogón de carbón y el olor de aquellos ricos tortos de maíz que nos hacían para acompañarlo.

Hoy día de reyes me he sentado a escribir todos aquellos detalles y recuerdos, ya que es el último día oficial de las navidades y esta jornada, que en aquellos años era tan mágica, nos acostábamos muy temprano para que los reyes nos dejaran los regalos en nuestras zapatillas, colocadas la noche anterior al lado de la ventana junto a una copa de anís para los reyes y un cubo con agua para los camellos, y a la mañana siguiente el barrio se llenaba de alegría y todos los niños en la calle jugábamos con lo que nos habían traído.

Me asomo a la ventana intentando ver esa escena de nuevo, en la calle no se oye nada, no se ve a nadie, todos deben estar en sus casas jugando con lo que les han traído los reyes, un ordenador, una Nintendo, un móvil, o el último videojuego de moda. Siento pena, hoy será difícil ver en la calle a algún niño disfrutando de su preciosa bicicleta o a una niña con un carricoche de muñecas, pues los juguetes que les han dejado no se pueden sacar a la calle porque tienen que estar enchufados.

Otra lágrima recorre mi cara y de repente me veo en mi calle rodeada de todos los niños de mi barrio y jugando todos muy felices con lo que nos han traído los reyes, esta si que es mi navidad, con ella me quedo y con el recuerdo añorado de lo que hace años viví, las próximas navidades volveré a recordar aquellos años y de nuevo me sentiré niña otra vez.

Flor Martínez Salces ©
6-enero-2010

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