martes, 12 de enero de 2010

UN INSTANTE EN LA FIESTA

Esta es época de fiestas, alegría, reuniones, algo de comida y consumo, regalos, nieve, músicas, dulces, religión y tradiciones.

Normalmente suelo ser positiva en casi todos los acontecimientos pero, hoy quizás porque estoy un poco resfriada, me ha pillado floja y me he dejado llevar por nostalgias un poco dramáticas.

A tanto ha llegado la situación, que me he lanzado a escribir un poema un tanto doloroso. Eso de lanzarse nunca mejor dicho, porque han tenido mucho que ayudarme, pues perdí en el tiempo muchas de las reglas, medidas, rimas de la poesía. La verdad que he sido demasiado atrevida con la “arquitectura poética”, tiene una gran disciplina y seriedad.

Lo peor del caso es que he estado afectada del mal de la pena cada vez que comenzaba el trabajo de nuevo, me era imposible evitar las lágrimas y el dolor. Han pasado varios años creí tenerlo superado, pero el alma siempre tiene alguna forma de recordar...

Quizás todo ello vino de la mano al faltar una de mis hijas a la cena de Navidad, es la primera vez que ocurre. A pesar de que yo no le doy mayor importancia, cualquier reunión familiar me es reconfortante sin fecha fija ni dirigido a golpe de no se cuantos tinglados en favor de la familia u otros conceptos. Por supuesto que no pasa nada por hacerlo en estas fechas, pero también me vale en otras.

Por cierto este domingo nos reuniremos todos los hermanos, sobrinos, cuñados, etc., porque estamos todos en España, nada más.

Espero que no apenaros demasiado, es tan solo un instante en la fiesta.




FRAN


Contemplando en la noche las estrellas,
escuchando silenciosa en la ventana,
apoyando mis sueños en las manos
con el viento rozándome la cara.

Sujetando en los dedos un pañuelo,
restañando las lágrimas del ojo,
sin anhelos, sin fuerza, sin medida,
y esperando la paz como un tesoro.

Todo negro, mi vida y esta noche,
con la luna remisa, ni se asoma.
¿Quién quisiera venir a visitarme?,
esa nube lo impide, es mi sombra.

Es lo oscuro, la pena, la tristeza;
evitarlo no estaba en su destino.
Al dolor en los años que se cumplen,
se juntó el accidente y el martirio.

Ese tiempo, tantos días de dolores,
¡No, por Dios, no quiero!, ¡esto no es cierto!
Reclamando en silencio con sus ojos,
"hermana, por favor, que ya no puedo" .
por mi solo cargar con tanto peso.
Yo salía llorando de aquel sitio
con angustia apresando todo el cuello,
¡Por favor Señor, que es el más crío!

Es el chico de todos los hermanos,
Que a mi padre también te lo llevaste.
Déjalo conmigo y... que se quede.
El teléfono vibrando a cada instante,
Van pasando los días, son veintiuno,
y las cosas aún no cambian nada.
la noticia se mueve en mi cerebro,
Esa hora maldita y la llamada,

Y el alma se estrechaba ya mi vida.
pues mi madre se vuelve con el llanto,
con los brazos abiertos en el aire,
abrazando los temblores de mi mano

Ahora sé que todo ha terminado,
No comprendo como es que no me muero.
Es lo fácil, de veras lo más fácil,
Pero ahora, no me quieren en el cielo.

Los sollozos no salen, solo pienso
en mi hermana, pues allí estuvo sola,
y después nada tengo en el recuerdo.

Solo queda el coraje y la violencia,
la tristeza, el dolor con esos rezos.
Oraciones, la gente y ese duelo
al final, nada resta, es el entierro.

Al llegar a la casa en el silencio,
de los besos de hermanos que nos dimos
recogiendo a las niñas muy pequeñas,
explicarles todo aquello sucedido.

En sus caras con miedo he descubierto,
que no entienden la historia que les cuento,
¿Como puedo decirles con cuidado
con mi alma quemada desde adentro?

Esa muerte desollándonos por fuera,
en el alma hiriéndonos por dentro,
En espera de que el tiempo va pasando
y curando las heridas, lento, lento.


Ángeles Sánchez Gandarillas ©
San Vte de la Barquera
21 de diciembre de 2009

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