miércoles, 24 de febrero de 2010

ENAMORARSE POR INTERNET


No, imposible que yo pueda crear una historia en base a este título. ¿Qué por qué? Pues hombre, mirad: simplemente porque yo tengo ya muchos años para eso. Y no es que piense que tal cosa no suceda, no, no. Que de sobra se yo que eso, y cosas mucho mas graves suceden en este mundo todos los días del año. Pero…

Voy a intentar explicaros por que a mí me parece imposible el asuntillo este que os habéis sacado de la manga para el relato de hoy: Enamorarse es la cosa más fácil y tonta del mundo. Oye, que tonta, no quiere decir mala, eh? Que enamorarse es buenísimo. Tonta quiere decir en este caso, simple, sencilla, fácil… Vamos, que es algo que sucede sin uno proponérselo, sin pensar en ello, y si me apuráis un poco, hasta en contra de tu voluntad.

En mis tiempos cuando a los críos nos empezaban a nacer pelillos debajo los brazos, y a sentir gusanos en el estómago cuando veíamos el muslo a una cría, luego nos íbamos por la noche a la cama y soñábamos unas cosas rarísimas. Y te despertabas de repente abrazado a la almohada y los pelos de la cabeza chorreando de sudor, y no atinabas ni encender la luz porque aquello te dejaba así como muy relajado y con ganas de seguir abrazado a la almohada esperando que te diera un par de besos.

Más tarde, cuando te levantabas y recordabas los sueños raros, casi sin quererlo, y con un poco de imaginación le ponías a la almohada la cara Diana Durbín, que era una artista de cine guapísima que estaba de moda entonces, y casi te sentías como si acabaras de ligar con ella.

Después tenías unos minutos así como de amargura y arrepentimiento porque entonces los curas y los maestros eran unos jodidos que se empeñaban en amargarte la fiesta jurando y retejurando que abrazarse a la almohada era un pecado grandísimo que llevaba a los muchachos de patas al infierno. Pero como para entonces tu ya estabas más que enamorado de Diana Durbín, y que por más que los curas te hablaran de las calderas de Pedro Botero, estabas deseando volver a soñar cosas raras, y terminabas mandando a paseo a curas y maestros.

Si, nosotros nos enamorábamos de las artistas de cine, y en nuestra imaginación les hacíamos un altar, y hasta les encendíamos velas para verlas más resplandecientes. Después, con los años, descubrimos que aquello no era más que una quimera, y terminamos enamorándonos de una mujer de carne y hueso como Dios manda, y mandamos a la almohada a tomar vientos en las farolas.

Las novias del Internet actual, son las Dianas Durbin de entonces. Son la ilusión a la que se agarra nuestra imaginación para forjarnos un mundo aparte, y yo soy muy viejo ya para vivir de ilusiones. Mejor dicho, de ese tipo de ilusiones, que sin ellas pienso que el vivir no es vida. El que chatea, escribe. Y el que escribe no cuenta sus miserias, porque escribiendo nos elevamos e idealizamos aún sin proponérnoslo. Entonces, ¿es real la persona que se conoce a través del “chat”?... Puede haber quien tenga suerte, pero yo, a mis años, ya no sueño con quimeras.

Jesús González González ©
Febrero 2010

2 comentarios:

Flor dijo...

No hay tema que se te resista,miedo me da el proximo día del taller,por donde vas a salir,eres (con perdon)un tio cojonudo,besitos.

Anónimo dijo...

Que bonito es soñar y vivir de ilusiones e imaginar, pero que duro es despertarse de ese sueño y ver que la realidad es otra.
Me ha gustado mucho tu punto de vista y el recuerdo de la niñez.Eres un fenómeno.
Un abrazo, Ana