miércoles, 24 de febrero de 2010

PESCADA EN LA RED


Estaba ansiosa por acudir a esa cita, la sensación de enamoramiento era grande. Nunca conocí a ningún chico tan sensible.

Coincidimos en muchas cosas, es extraordinario, hasta en el seudónimo es relacionable: Él “Fuente” y yo “Agua”.

Llevamos leyéndonos siete días, pero esa empatía mezclada con algo que sale del corazón, es una especie de llamarada, me quema, creo que hasta veo el humo saliendo de mis orejas.

Y mira que esto de comunicarme por medio del ciberespacio no me gustaba, solamente lo utilizaba para mi trabajo y algunas fotos de la nieve, es una de mis pasiones, blanca, pura, dando la sensación de suavidad.

Se supone que la ves desde la posición cómoda, sin inconvenientes, refugiada en unas prendas térmicas o al lado de una chimenea, dando a la habitación el resplandor necesario a la caída de la tarde. Ese ocaso sobre la nieve, que luce hiriente, al lado en esta fantasía “Fuente”, con su brazo sobre mis hombros. Sigo teniendo 16 años, lo reconozco, pero sólo unas poquitucas de veces.

Me instalo en la realidad y dejo tan agradable sensación.

En poco tiempo darán las siete, parece que el reloj tiene huelga y los minutos se dejan caer despacio, despacio... con esos que llaman “servicios mínimos”. Si, reclamaría de inmediato, ¡No hay derecho! Quiero contratar los segundos, esquiroles que se aliarían dando un empujón, más de prisa, más rápido, ¡venga!

¡Qué día!, tengo la mezcla de prisa y despacio, quizá cuando hablemos le desencante y todo se desmorone al suelo de la decepción. Puede ser que Fuente al final sea un excelente escritor de una vida floripendiada y su espíritu sea extraño, complicado o diferente de como lo imagino.

Creía que estas sensaciones se habían ido de mi corazón, que los años me curaron de estas desazones, incluso que la pasión estaba huída, la vida pone puntos seguidos, hasta pasar la siguiente página de este mi libro, así sabré si finalizó o comienza una nueva historia que leer.

Es algo parecido, porque terminaste el relato con el punto final, pero la imaginación lleva a dar un nuevo giro, mantienes y creas por dentro opciones diferentes.

Casi no he comido, lo justo para intentar estar de pie y equilibrada para sostenerme sin vahídos cuando entre en la biblioteca. He tomado varias tilas, espero poder comunicarme, porque tanta infusión tranquilizante me puede dejar atontada. Un lugar precioso para quedar. Se hablará poco y bajo, sitio a posta para observar sus movimientos, sus ojos, el libro que elegirá para esperar.

Quedamos en que cogería uno de color rojo, con un marca páginas en forma de árbol, a poder ser de poesía, simplemente porque son de los que menos se leen y serán fáciles de encontrar. Llevará un pañuelo igualmente carmesí atado a la antigua usanza, como en aquellas litografías de señores embatados, elegantes pasado con un alfiler de oro, que habitaban en casonas de abolengo con apellido noble. Aquí será sencillamente esa tela la que adornará su cuello.

Yo cubriré mi escote con otro, pero el mío irá con cierta gracia de lado, apresado con un nudo y cada una de sus puntas tomará diferentes direcciones. Llevo la intención de pedir ese libro de poemas japoneses, los haikus. Son de Basho, este nipón tomó este nombre de un bananero. Estos versos son sensibles, sencillos y llegan tan rápido como se leen, me gustan.

Bien creo que iré subiendo al local, ya han dado en la catedral las seis y media. Poco a poco templaré en el camino los nervios que me quedan, tengo escalofríos. Mi alma está como encarcelada, la saliva se fue de mi boca dejándome una sensación de ahogo. Quizá una pastilla de chicle lo remedie.

Siento presión en el pecho, pero es lógico, en vez de pasear, corro cuesta arriba, si no me calmo al entrar en la biblioteca me sacarán a la calle por el ruido de mi agitada respiración, ¡calma, calma!…

Entro para buscar el lugar que le indiqué en la foto enviada del salón de lectura, vi allí una cabeza de pelo rizado.

Estaba ya, llegó antes. Quizá tenía la misma prisa. Al lado del árbol indicador para separar las páginas, se veía una parte de la tapa roja de la obra. Hice acopio de fuerza y después de recoger mi libro de manos de la bibliotecaria, decidí encaminarme hacia él.

Iba todo tan bien, tan estudiado, el sitio adecuado, con el libro de poesía que yo hubiera elegido, “Sonetos de Lope de Vega”, empastado en rojo y con aquel pañuelo de un grana tan imponente que creí ver una rosa natural rodeando su cuello.

Al levantar su mirada contemplé su cara casi delicada, con unos labios finos pero con cierta sensualidad, unos ojos verdes grandes, todo estéticamente en su sitio. Con una voz que al principio me pareció suave y que después se fue quedando en un tenue suspiro al aire, casi sin respiración. Estaba perfecto, todo tal como acordamos, se me saltaban las lágrimas de emoción y de… desencanto.

De nuevo eso nos igualaba, se desvaneció todo y no ha podido ser. ¡Qué lastima!

Fue mutuo el desencanto, el amor que nació tan rápidamente, estaba muriendo con la misma velocidad, estaba claro que se nos vino abajo toda la pasión, quedaba la sorpresa que nos separaba, convenimos en hablar de nuevo por medio de la conexión vía virtual, pero no sería lo mismo. Estoy por asegurar que evitaré comunicarme. Cuando se rompe el amor, queda poco espacio para la amistad. Esta vez tiene una ventaja, una relación que empezó lejana, es menos complicado finiquitarla.

Nos presentamos con nuestro verdadero nombre, el mío Luz, el suyo Luna. Ese fue el detalle, algo que olvidamos comentar en nuestros encuentros, éramos ambas mujeres, para el amor dicen que no importa pero…

Prometo próximamente utilizar la cámara Web para conversar, daré mi nombre real también. Ahora mismo tengo en el corazón un montón de peso, quizá esté lleno de piedrecillas como en el estómago. Fue muy poco tiempo pero estoy tan apenada como si esta mini relación llevara años. Cuánto hemos hablado, compartido, coincidido... ¡era casi maravilloso!

La despedida fue con el nombre de verdad y sonreímos ante la definición de género de nuestros apelativos, “Fuente y Agua”. La fuente y el agua, cada uno de ellos se distingue porque el artículo o determinante da el género, en el segundo cuando es plural lo cambia. Pueden definir un poco la situación vivida. Aunque Luz y Luna también tienen su enlace.

Me ha costado conciliar por noches el sueño, al despertarme sudando, buscaba el alivio de una pesadilla, pero las lágrimas que salían de mis ojos somnolientos, me confirmaba que todo fue demasiado real.

Bueno, la vida es guasona, las coincidencias tienen su miga. Casi se vive antes con el pensamiento esperanzado que con la realidad. Habrá otros encuentros, pero trataré de que tan solo sean amistosos, es más práctico para mi alma.


Ángeles Sánchez gandarillas ©
San Vte. de la Barquera
15 de febrero de 2010

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La Fuente y el Agua, necesarias para refrescarse en tus letras. Linda Metáfora..

Besos

V.

Flor dijo...

Solo una cosa el proximo día que leas, bebe agua de esa fuente y deja que tus palabras salgan lentamente de tu boca,despues tu corazon nos seguira regalando estos bellos momentos,besitos.