viernes, 26 de marzo de 2010

BESOS Y ABRAZOS












UNIONES.








Mira que hay abrazos a definir, tantos como momentos y sensaciones, pero intentaré daros mi visión de tres de ellos. Apasionados, lánguidos y cordiales.

CORDIALES.


Esos que son amables pero casi por compromiso, donde apenas pones corazón, pero sí das bienvenidas, acuerdos, reencuentros. Optas por una posición derecha, no cierras los brazos con fuerza, son agradables, cortos, donde una vez concluidos apenas te separas del personaje, queriendo establecer un nexo más cercano; se escapa el sentir, descubres que falta ¿práctica? o ¿sobra alejamiento? o quizá ¿sentimiento? Queda la esperanza de que crezcan. Son agradables, hueles su vida, pero tan solo la hueles, no la sientes porque les aprecias nada más y nada menos. Creo que puede ser el descansillo de la escalera del cariño.

LÁNGUIDOS.

A estos les encuentro cansinos, son algo llamado compromiso social, donde apartas la cara y el cuello, a veces son de amistades de conveniencia y posas en ellos un ápice de comedia cariñosa. También suelen darse entre compañeros de trabajo, estudio, de los que tienes cercanía en diferentes actividades, deportes, paseos, reuniones, charlas, pero que no te son cercanos, ni tampoco desagradables, quizás se denominen de coexistencia controlada. Suelen darse a la victoria o la salida de esos varios elementos; en épocas de festejos o de vacaciones concluidas y reencuentros tras pequeñas temporadas.








NOTAR LOS LABIOS.






Esto sí que es difícil, definir algo tan sensible para el que lo da y para el que lo recibe. Es una caricia a todos los niveles pero tiene como todo en la vida sus modos y maneras, su fuerza física o sentimental, la acción más agradable, incluso de personas inesperadas. Los hay hasta de traición e incluso hirientes.


DE PASIÓN.

Es algo que viví con sensaciones a espuertas. Algo inesperado a pesar de saber el cariño que unía nuestra relación de tantos años. Llegó después de una situación fuerte ajena. Acompañado primero de la levedad de un abrazo sentido e intenso, poco a poco se agrandó en fuerza y apretadas las mejillas se incrementó el calor de cuerpos y almas, de la sorpresa en ambas partes, lleno de énfasis aportando deseo de entrega, de sentirse lleno de apoyo, de verdades, de sinceridad, renuncia y aceptación compartida. El corazón con pálpitos enérgicos que enviaba litros de sangre en frenéticos impulsos… y ese calor que crecía en las caras, esperando el beso apretado, sorprendente comprendiendo la entrega y el abandono de cada personaje al otro. De nuevo sentí apretar sus labios plenos entre el pómulo y el hoyuelo de mi cara, nunca sentí ni siquiera en la juventud donde las hormonas te hacen temblar ante el ser amado y la pasión semejante cosa. Sí, mi amiga me entregó por siempre su amistad en ese apasionado momento y yo la acepté.

DE LANGUIDEZ.

Creo que serán esos besos afectados, bisoños, de concesión hacia el opuesto, que se entienda rápido de que el que lo “concede”, te ha dado el regalo del día. De señoritas o señoritos pitiminíes, quizá de alta cuna o escalón social elevado, con esa especie de cansancio agotador, cuando los recibes, (eso con suerte, porque suelen darse sin ruido ni contacto), notas unos labios fríos y tensos. Serán los que definen un poco al que besa, que teme impregnarse de esas gentes llenas de calor y libertad. Esos que están encarcelados en sus modos y maneras, en una especie de burbuja, que temen romper para besar o para aprender a hacerlo, que normalmente se pierden en el aire, porque se entregan sin apoyarse casi, se dan al viento, pobre que también tiene derecho y por tanto se los lleva no sirviendo ya para nadie.

BESOS SALUDADORES Y AMISTOSOS.

Me encantan, es fácil definirlos. Entregados y recibidos con satisfacción. Con alegría y sabiendo a ciencia cierta que se necesitan en los dos lados. Esos que sabes agradables, inundados de salud espiritual, que empiezan y concluyen con sonrisa y abrazo. Sonoros, calman, los repites varias veces, los coleccionas, son diferentes siempre. Encubren caricias de los dedos en esas espaldas y hombros que te parecen perfectos, que embellecen estéticamente e interiormente. Cuando acabas (porque a veces ya se siente uno observado, no importa pero se ha de ser considerado, evitando aumentar la digamos pelusa de ese acto en los demás), disfrutas del encuentro tan íntimo y de las palabras de interés en tu persona, dando pie a un sentimiento de euforia y un pequeño estremecimiento de abandono de esa unión limpia, clara y deseada, que por mucho que la repitas, no te cansas de efectuar.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
Marzo 2010

No hay comentarios: