jueves, 4 de noviembre de 2010

ENCUENTROS

El deseo del encuentro era grande. Tan grande era, que aunque la cita de nuestro Taller era a las siete de la tarde, una hora antes ya estaba yo en la biblioteca matando el tiempo con el Diario Montañés entre las manos.

Entonces llegó ella. Alta, rubia y de buen ver. Llegó decidida a la mesa donde yo me encontraba, y ni las buenas tardes me dio. Cogió el periódico Alerta que estaba sobre la mesa, y sin mirarme siquiera fingió un gran interés en su lectura. A partir de ese momento yo también fingir leer el mío, pero lo que realmente hice fue observarla a hurtadillas, porque desde ese instante estuve convencido de que era ella, la nueva. Sabía que esa tarde nuestro grupo de aspirantes a escritores se incrementaría con un miembro femenino más, y la recién llegada no podía ser otra. Se me antojó que sus gafas modernas le daban aspecto de institutriz, y con el rabillo del ojo descubrí en su rostro una piel de terciopelo. Maquillaje, me dije, y seguí leyendo en mi periódico la anécdota de la señora de Revilla en el desfile del día de la Hispanidad en Madrid.

Enseguida fueron llegando los demás, y nos regalamos amplias sonrisas unos a otros porque aunque más que encuentros aquello eran reencuentros, algunos hacía ya tanto tiempo que no nos veíamos, que las mujeres habían “enguapecido” una barbaridad. Creo que fue María la bibliotecaria quien entonces nos la presentó a todos. María Dolores se llama, aunque para los amigos es Dolo. Y Dolo se unió a todos nosotros escaleras arriba, y cuando nos sentamos en nuestro rincón de las letras ya me pareció un miembro más de aquella familia.

A Blanca, Laly y Ana las he visto con frecuencia durante el verano, y a Lines la he tropezado cien veces por las calles del pueblo, y si no era con un chiste, lo era con un comentario jocoso, siempre me arrancó una carcajada, o cuando menos una sonrisa. El resto sí fueron verdaderos reencuentros: A Isabel que como de costumbre se sentó a mi izquierda, la encontré radiante; ese día parecía vender felicidad, y pensé que su semblante era el reflejo de un verano satisfactorio junto al inglés de su vida. Flor, que además de Flor, tuvo que haberse llamado “Sonrisa”, nos sorprendió a todos con su idea convertida en realidad gracias al buen hacer de Lines y Nieves… El torbellino de Jezabel se hizo presente derrochando juventud, y de repente, sin esperarlo y tras escucharse unos pasos firmes y decididos apareció María. Traía una sonrisa de oreja a oreja, y al lado, un mozo cargado de estrellas. María como de costumbre parecía resplandecer esa tarde. María resplandece siempre, porque me da la impresión de que sabe disfrutar la felicidad minuto a minuto, y hoy para garantizarla traía consigo todas las estrellas del firmamento en el brazo izquierdo de aquél muchacho. Y para hacernos felices a los demás nos leyó un trabajo donde nos hizo ver la añoranza que sentía por el Taller y sus componentes…Aunque estés lejos María, también nosotros te añoramos y siempre estas presente en nuestro recuerdo los días de reunión. Al final llegó ella, Laura. También hacía todo un verano que no sabía de Laura. Laura llegó tarde. ¡Qué raro que llegue tarde Laura! ¿Pero es que Laura llegó alguna vez a algún lugar a la hora acordada?

Hoy nos lo pusiste fácil, Foncho. Que habláramos de encuentros nos dijiste, precisamente el día que todos nos encontrábamos de nuevo. ¿O fue precisamente por eso?

Y cuando casi ya lo habíamos hablado todo se hizo presente el cumpleaños del director, que estaba pendiente. Todos sabíamos lo que era, pero muchos ignorábamos la exquisitez del trabajo. Fue un puñado de poemas del poeta de nuestro pueblo Rafael Sánchez Ortega, plasmado sobre un montaje de pura artesanía que solo unas manos como las de Nieves pueden lograr. Y allí una dedicatoria y una firma de cada uno de los que junto a él y bajo su dirección tratamos de “entarajilar” historias o relatos con un mínimo de belleza literaria. Después, eso, una copa todos juntos, que la ocasión bien merecedora era de ello.

Jesús González González ©
Octubre 2010

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Da gusto, Jesús, parece que no te enteras de una, entre que estás un poco sordo y por presumir no te pones gafas, pero la verdad es que no se te ha escapado una....

María

Flor dijo...

Te regalo para siempre mi sonrisa,a cambio de que tú sigas escribiendo tan bien como lo haces,alegrandome la vida con esos escritos magistrales,besitos.

Anónimo dijo...

Buenas tardes.Jesus.
Muchas gracias por considerarme un miembro mas de la familia. Un saludo
Dolo