domingo, 21 de noviembre de 2010

GUARDIÁN

Erik era un chico que vivía en una pequeña aldea con su familia, bueno con su madre y su hermana pequeña ya que su padre, se había ido a trabajar a otras tierras y hacia mucho que no le veía.

La aldea era muy pequeña pero acogedora y reinaba una paz especial, o eso pensaba Erik, pero una mañana, mientras emoloneaba en la cama, escucho llorar a su madre. De un salto salió de la cama y se dirigió a la cocina, la encontró en el suelo, llorando desconsolada.

-¡Madre, madre!, ¿qué te pasa? ¿estás bien? Dime algo.

Pero no obtuvo ninguna respuesta, la levanó del frio suelo, la acercó a la chimenea y la abrazó tan fuerte como sus débiles brazos le permitieron. En ellos le volvió a preguntar y esta vez su madre rompió el silencio.

-Erik, mi niño, solo tengo miedo, nada más, solo miedo -. Y le acaricio dulcemente su cara, de niño bueno.

-¿Miedo? ¿Qué es eso?, explícamelo por favor, no quiero que llores.

-Cariño, eres muy joven y no puedo contarte que es el miedo, porque no se definírtelo, solo verlo. Pero no te preocupes que ya estoy mejor, ¡ves!, ya no lloro.

Él no se quedó muy contento con la respuesta, pero la aceptó. Se pasó todo el día observando a su madre para ver si el miedo ese volvía, pero él no vio a nadie. Mientras intentaba dormir, decidió que iría en busca de alguien que le explicara qué era el miedo y cómo enfrentarlo.

Y así lo hizo, se levantó muy temprano, preparó su macuto, dejó una nota a su madre en la mesa de la cocina, y a su pequeña hermana la dio un beso entre sueños infantiles, y comenzó su búsqueda. Al cabo de varias horas encontró un gran bosque de secuoyas, nunca las había visto y se quedó mirándolas un buen rato, pensando en cuanto tiempo llevarían allí plantadas.

De repente, entre aquellas maravillas de la naturaleza, apareció un precioso ciervo, pero eso no fue lo que llamo la atención de Erik sino, una extraña joven que corría tras él con un arco.

Ella al verlo se paró en seco, y se puso a mirarle como si fuese un animal perdido, y no tardo en acercarse.

-Hola, me llamo Erik, ¿Quién eres?

-Hola, me llamo Dafne, bueno llámame Diana. ¿Qué haces por el bosque?

-Diana, estoy buscando alguien que me ayude, ¿tú podrías ayudarme?

-¿Ayudarte?, claro, ¿cuál es el problema?

-Quiero saber ¿qué o quién es el miedo y cómo enfrentarlo?

-¿Para qué lo quieres saber?, eres muy pequeño.

-Es que mi madre no sabe definirlo y no quiero verla triste, por eso quiero saber que es miedo. ¿Me puedes ayudar?

-Yo no puedo decirte el significado de esas palabras, pero sé quien puede: el guardián de las palabras, él sí, podrá ayudarte.

-¿Quién? ¿Seguro que podrá ayudarme?

-El viejo guardián, vive en aquella casita vieja, justo al final del bosque, el sabe todos los significados de las palabras, además es muy bueno, a mi me ayudo con el significado de naturaleza, ahora la respeto y la defiendo. Porque ella es parte de nuestro mundo. Y quien no lo cumpla aquí esta Diana, para defenderla. Seguro que te preguntas ¿por qué me he cambiado de nombre?, es que el guardián también me contó que había una diosa, en la antigüedad que respetaba la naturaleza y era cazadora. Me gustó tanto esa historia que me puse su nombre.

Erik estaba sorprendido y ansioso por encontrar al guardián; se despidió de su nueva amiga y siguió el camino. Ya casi había acabado el bosque cuando encontró un pequeño lago, y en su orilla, estaba una joven pintado un cuadro, la saludó, y le preguntó si podía ayudarle, pero ella le contestó lo mismo que la cazadora, que ella no podía pero que conocía a alguien que sí podía, el guardián de las palabras; Lara que así se llamaba la chica le contó que la había ayudado a entender el significado de belleza y felicidad, y ahora podía plasmarlo en cuadros, para que la gente pudiera verlo y saber que existía, y no perder la esperanza de en contralas.

Erik, continúo su viaje, y al fin encontró aquella vieja casita al final del bosque. Ya frente a la puerta, se puso a pensar como seria el guardia, porque la casa, era muy grande, fría y además estaba muy derruida, como si nadie la cuidara, y de repente su gigantesca puerta se abrió y tras ella, un hombre muy alto, delgado y con una espesa barba le miraba con sorpresa. Erik saludo con normalidad y le explicó que le estaba buscando porque quería saber qué era el miedo y cómo enfrentarlo. Laro, que así se llamaba el guardián, le invitó a entrar .

Ya sentados frente a la chimenea, Laro le dijo que sólo le haría tres preguntas y luego él intentaría responder a la suya.

-¿Para qué quieres saber que es el miedo?

-Porque no quiero que mi madre llore y poder ayudarla.

-¿Cómo sabes de mí?

¡Ah!, gracias a Diana la defensora de la naturaleza y Lara la pintora de sonrisas.

Laro sonrió e hizo su última pregunta:

¿Crees que soy guardián de las palabras?-.

Rápidamente y con una sonrisa en sus labios, Erick dijo que sí.

-Has contestado a todas mis preguntas y ahora yo cumplo mi parte del trato-, se levantó del sillón y se acerco a la espectacular librería, cogió un libro muy gastado y se volvió a sentar. Erick se fijó en el título de aquel viejo libro: “DICCIONARIO”.

-Jovencito, este es el verdadero guardián yo solo soy un viejo profesor que enseña a todo aquel que quiere saber. El miedo, es un sentimiento, no una persona o una cosa. La única manera de enfrentarlo es ser valiente. Pero no puedo decir más, tienes que sentirlo. Pero puedo enseñarte muchas más palabras y decirte cuando sientes miedo.

El joven aceptó y así pasaron las semanas conociendo al mundo a través de las palabras, pero una mañana llego una carta, en la cual, la madre de Erik decía que le echaba mucho de menos y que volviera a casa. Tenía que darle una noticia muy importante para su vida. Él sintió algo muy extraño, y Laro se despidió de él y le dijo:

-Lo que sentiste al leer la carta era miedo y ya sabes, para enfrentarlo hay que ser valiente.

Erik tardó un día en llegar a casa, y al abrir la puerta vio a su padre, le abrazó y le contó que la noticia era que no volvería a irse nunca. Él le abrazó muy fuerte y pensó: “ siempre me enfrentaré a mis miedos, porque después hay algo bueno esperándome”

Jezabel Luguera ©
Noviembre 2010

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