martes, 21 de diciembre de 2010

CUENTO DE NAVIDAD

Estaba emocionado, ya llegaba, nuevamente “Navidad!, lo que no imaginaba Carlitos era la tremenda desilusión que le esperaba.

La noche del veinticuatro, como siempre, se celebró en la casa de sus abuelos maternos con sus padres y sus dos tías y tíos. ¡Eran tan, tan, divertidas¡ Cantaban villancicos frente a la chimenea, al lado del Belén que habían montado su padre y su abuelo, con el fondo de papel de regalo, azul con estrellas doradas, un puente de corcho y debajo... el río Este era de papel de plata, de las tabletas de chocolate, sobre el Papá y Mamá patos, seguidos de cuatro patitos. No faltaba de nada, pastores, ovejas, figuritas varias y la familia de cerditos que su tía le había regalado ya que sabía cuanto le gustaban.

Cuando ponían a los tres Reyes Magos por orden, Melchor, Gaspar y Baltasar, Carlitos colocaba primero a Baltasar, ¡para eso era su Rey! y tenia que llegar el primero al Portal de Belén.

Ya escrita su carta a Baltasar, su padre le dijo:

-Dámela, yo se la doy al Paje del Rey.

El padre de Carlitos era amigo de un locutor de una emisora de radio, que en Navidad, tenían al mediodía un programa, en el cual, leían las cartas de niños, dirigidas a su Rey, y actores que respondían a cada niño.

El amigo del padre le confirmó:

-Mañana a las dos, pon la radio, que Baltasar, responderá a tu hijo.

Así, lo hizo, de pronto Carlitos, escuchó, detrás de un plato de lentejas:

-Respuesta del Rey Baltasar para Carlos.

(Voz de Baltasar) Querido amiguito Carlos, como he visto que has sido un buen niño, aplicado y obediente, te voy a dejar lo que has pedido pero tienes que prometerme, que siempre que tu mamá te ponga lentejas para comer, tu las terminaras todas, y recuerda, esa noche acostarte pronto, un besito.

-Mamá, Papá, el Rey me ve, está metido ahí, en la radio, ¡me ve, me ve y me ha hablado a mí!.

Carlitos miró sus lentejas, los ojos le brillaban y con su manita temblorosa cogió su cuchara y comenzó con la tarea que su Rey le había encomendado. Sus padres contenían la risa y disimulaban mientras le decían:

-Sí, te ha hablado, qué suerte has tenido, pero ya sabes debes comértelo todo que te está viendo.

Le llevaron a ver La cabalgata, ¡cuánta emoción, allí estaba Baltasar montado en su carroza, rodeado de juguetes; los suyos estaban ahí, se los iban a dejar esa noche... Los pajes tiraban caramelos sin cesar, de repente Carlitos se fijó en uno en particular. Sí, era él, no tenía la menor duda. ¡Era...era... Roberto! Debajo del turbante asomaban sus rubios y largos rizos, pero su cara estaba untada de betún negro.

-Mamá, mamá, ese es Roberto, el hermano de mi amigo Gonzalo, que si, mamá ¡mírale!

Esos reyes fueron los últimos de ilusión mágica, y todo por unos inocentes y largos rizos rubios del hermano de su amigo Gonzalito.


Ana Pérez Urquiza ©
Diciembre 2010

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