domingo, 5 de diciembre de 2010

LA ROSA DEL MAR

Laura era una pequeña princesa de un lejano paraje, se pasaba los días asomados a su balcón y desde allí tenia la mejor vista de aquel extraño manto azul, al que todo el mundo le llamaba “el mar”.

Laura era muy infeliz, porque el rey Sebastián, su padre, era muy protector. No quería que a su única hija le pasase nada, y por eso, nunca había podido salir de su castillo. Ella quería ser libre, correr por las praderas pero sobre todo quería tocar ese manto azul.

Una mañana, en la que nuestra princesa jugaba en el jardín, observó a un niño. La extrañó ya que nunca había visto de cerca a uno y solo se relacionaba con adultos, y a ella, le aburrían mucho. Quiso ir a saludarle pero no se atrevió y tal como le vio, desapareció.

La princesa estaba muy triste por no atreverse a saludar a aquel niño. Su abuela que la había estado observando, le conto una vieja leyenda, para que así olvidara su cobardía:

Esta trataba de la rosa del mar que era un extraño amuleto que las nubes crearon, para Poseidón el rey del mar, para que nunca olvidase que el mar y el cielo son libres, pero siempre están pendientes el uno del otro, y si uno está triste y se oscurece, su viejo amigo le acompaña incondicionalmente. Además, aquella persona que encontrase esa rosa, sería libre, y acompañaría y ayudaría a todo aquel que fuera digno de ella.

Unos viejos marineros, esclavos de ellos mismos, la buscaron, pero se hundieron en el intento, y dice la leyenda que solo encontrará la rosa, la mano inocente de un corazón valiente y para encontrarla solo tiene que responder a la pregunta de Poseidón.

Laura, entusiasmada por la historia de su abuela, decidió engañar a la guardia real y se vistió como uno más de sus humildes plebeyos. Ya estaba en la puerta del castillo, cuando una mano la cogió del hombro y paró su fuga. Era aquel niño, el que había visto en el jardín.

Tomás, que así se llamaba el chico, la preguntó qué estaba haciendo; ella le conto la historia de su abuela y la necesidad de ser ella, la persona que encontrase la rosa, porque quería ser libre.

Tomás, le contó que era el hijo del jardinero, y que su padre tampoco le dejaba ser libre, solo trabajo y trabajo. La dijo que no iría sola en busca de Poseidón, que él seria su humilde escudero, ya que ella era un Valiente caballero. Laura aceptó de inmediato, la daba miedo Poseidón, pero con Tomás, podría con todo.

Y así comenzó la aventura, al cabo de varias horas, Laura tocó el mar, le olió y formó parte de él con sus lágrimas. ¡Por fin podía sentir que era el mar!

En ese instante, el mar se abrió y de él emergió un ser fuerte, poderoso y ella sabía que se trataba de “Poseidón”.

Tomás hizo una reverencia como si fuera el mismo rey.

-¿Qué hacéis aquí?, ¿A qué habéis venido?.

Pasaron unos instantes y nuestra princesa, cogió todo su valor y contestó:

-Te estábamos buscando, queremos la rosa del mar.

Él les contó que para obtenerla necesitaban contestar a su pregunta, y si la respuesta era la incorrecta, formarían parte del mar para siempre y nunca mas podrían tener la oportunidad de ser libres. Aceptaron de inmediato, porque no tenían nada que perder.

-¿De qué color es la rosa del mar, azul como yo ó roja?

Laura, sonrió y rápidamente contesto:

-Roja.

El dios del mar no se lo podía creer, había acertado.

-La rosa es tuya princesa, pero contéstame, ¿cómo sabes que es roja?.

-Muy fácil Poseidón, una persona para ser libre, tiene que tener un corazón valiente y sincero ¿no?, pues el corazón es rojo no azul.

El dios del mar cumplió su trato, y les entrego el amuleto creado por las nubes, era precioso, y cuando Laura la tuvo en su mano, sintió la energía que desprendía y el valor que le ofrecía para ser libre.

Regresaron al castillo, no sin antes prometer al mar que cuidarían de su rosa y la compartirían con el mundo. El rey y el jardinero les esperaban muy enfadados, pero sobre todo preocupados, Tomás y Laura contaron su hazaña y sus padres supieron que no podían tenerles prisioneros para siempre, porque el mundo es peligroso, pero les estaba esperando.

Asi que muy tristes pero orgullosos se despidieron de sus hijos, pero con la condición de que allí donde estuvieran plantarían una rosa roja, para así saber que seguían siendo libres.

Jezabel Luguera ©
Noviembre 2010

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