sábado, 12 de febrero de 2011

LA FLOTA DE PAPEL

Es sábado, el lunes tengo examen de “matracas” y no me queda más remedio que estudiar. Tengo a mi padre delante y está aprovechando para hacer limpieza de “papelorios” y así impedir que me distraiga; las últimas notas no vivieron tan buenas como yo hubiese querido.

¡Hora de comer! Se escucha. Mi padre recoge los papeles y flanquea la puerta de la cocina con ellos y los mete en una bolsa para tirar a la basura. Nos sentamos a comer y mis ojos chocan una y otra vez con la bolsa. De pronto tengo una idea genial. Con los efluvios de la última cucharada del flan de postre, agarro un montoncito de folios fuertes y resistentes y me bajo a la calle a esperar a mis amigos. Todavía es temprano y no hay nadie; me recuesto contra el tronco de un árbol junto al pequeño riachuelo que pasa al lado de nuestra casa a esperar. ¡Nada!, no viene nadie.

Empiezo a formar barquitos de papel, dobla que dobla. -¡Hola Gonzalo! Escucho detrás de mí. Es Miguel y nos metemos de lleno para hacer más barquitos. Al rato se une Alicia que está encantada con la ocurrencia y sube a su casa a por las pinturas de colores.

-¡Tenemos que formar equipos, cada uno que pinte sus velas del mismo color! –dice.

-¡Ya tenemos 18, seis para cada uno! –dice Gonzalo.

-¿Los podemos cargar con cosas? –dice Alicia.

–Bueno, -dice Gonzalo- pero que no pese mucho.

Alicia se va un rato por los trocitos de pradera de la orilla y viene con el vestido cargado de pequeñas margaritas, musgo, hojas y palitos.

Los barcos de Alicia son los de color naranja, y por supuesto cargados de margaritas. Miguel opta por el musgo y los suyos son de color azul. Los míos de color amarillo y van llenos de hojitas de varias clases y tonalidades.

Nos vamos a la rampa que hay un poco más arriba con los brazos llenos de nuestro casi tesoro y con suma delicadeza los vamos poniendo en el agua.

¡TODA UNA FLOTA DE COLORIN! Hacía precioso verlos bajar por el riachuelo. Tan pronto unos corrían sin parar, como se paraban por sitios un tanto cenagosos, quedándose varados, y había que darles un ligero golpecito, para que pudiesen seguir su travesía. Otros se enredaban con las ramas de los arbustos que crecían en la orilla. Poco a poco nos íbamos alejando de nuestras casas y ya empezaba a oscurecer. Alicia, la más prudente, dijo que ya estaba bien de jugar a los barquitos.

¡Allá iban! Contamos cuatro azules, tres amarillos y dos rosas. ¡Estaba claro que había ganado Miguel. Poco a poco fuimos perdiendo barcos sin poder reflotarlos.
Los contemplamos marcharse y pensamos que quizás alguno llegase hasta la ría y que pudiese llegar al mar y con esa ilusión, esa noche, en la cama seguiríamos con la mente jugando con nuestra “flota de papel”.

Mª Eulalia Delgado González ©
Enero 2011

No hay comentarios: