viernes, 5 de agosto de 2011

EROTISMO


La mujer estilizada en una falda tubo ocupaba un taburete alto en un Holiday Inn . En la barra, frente a ella, se ve una copa de Martini seco. Irrumpe en escena, un apuesto caballero que se acomoda en otro taburete, de frente, muy pegado a ella. Ante su “No te muevas” ella se pone rígida. Y de un tirón, le arranca las bragas y le hace encorvarse de dolor. El espectador mantiene la respiración pues es consciente de que los dedos violentos del caballerete hurgan en su vagina y la desmembran. El minuto se hace eterno; poco a poco, el cuerpo de ella se extiende, su cabeza se mueve hacia un lado, cierra los ojos, una sonrisa asoma…El hombre ya no tan apuesto, deja, de golpe, el taburete y la abandona en un incipiente clímax abortado. El aire helador es irrespirable.

El ejecutivo ha reservado una suite en el Holiday Inn. La mujer que durante varios meses ha declinado sus invitaciones, por fin, asiente; la humillación en la que la sumió ya ido diluyéndose en el tiempo. Ahora necesita revivir aquel ímpetu. El ejecutivo le abre la puerta; le ofrece uno de los Martinis secos. Ella deja caer su abrigo rojo. Un cuerpo tatuado de cerezas le sonríe. Ël se libera de su camisa y de su pantalón, pero no quiere parecer ajado frente a ella; ella le arranca el tanga negro sin perder la sonrisa. Sus cuerpos ruedan sobre la alfombra. Las bebidas se derraman sobre sus cuerpos; los cristales los acechan. Ella le ofrece sus pechos cereza; él los oprime; los muerde. Ella le va ofreciendo sus lóbulos, le incita a besos en su cuello -adornado con un collar de frutas. Sus ansias de poseerla han de esperar, pues ella le va ofreciendo las picotas ensalibadas de su boca; él las engulle con placer. Pero, antes de que sea tarde, ella le deja que la tome por detrás: se arquea, se arquea mucho… Ël la toma, se introduce bestialmente, la embiste una y otra vez… Lágrimas de dolor agudo van mojando la alfombra. Bramidos de locura truenan en la habitación
Ya en el bidet, él lanza un grito enloquecedor. Ante él, pulpa frutal, semen y jugo dulces y sangre prepúcica. Dos güitos siguen todavía incrustados en el pene…

Han pasado varios años; ambos han envejecido, aunque él mantiene su sex appeal. Y a pesar de su edad, sigue atrayendo a jovencitas y a mujeres maduras; y se jacta de ello. Ella, desde el plano de los secundarios, lo observa, lo escudriña. Se hace con los pétalos de una rosa roja, de un búcaro cercano, y traza sus órganos viriles sobre cada una de las hojas. Los guarda, con sumo cuidado, entre los pliegues de un tissue. Apenas picotea de los deliccatesses materiales. Se eleja, pues la indiferencia, la mirada impersonal de él la anulan. Ya en su casa, tumbada sobre el sofá testigo de sus pesares, se hace con el tissue cerrado. Y va alimentando –en parte- el hambre de su hombre. Con los ojos cerrados, y una sonrisa en su cara, va degustando cada pétalo…

Isabel Bascaran ©
San Vicente de la Barquera,
3 de junio de 2011

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