martes, 18 de octubre de 2011

BAJAMAR.


Yo de mareas no entiendo. Es más, en estas cosas del mar, soy analfabeto total. Hombre, se algo, lo mínimo. Se por ejemplo que “bajamar” es el fin del reflujo de las mareas, pero… nada más.

Ahora mismo se me ocurre pensar que según este nombre, lo contrario debería llamarse “altamar” (porque lo contrario de “baja”, es “alta”), y resulta que no es así. Lo contrario se llama pleamar; que según intuyo, quiere decir que el mar está pleno, que ha llegado al máximo de su coeficiente.

Por lo visto, “altamar”, es otra cosa muy distinta que además se escribe partido: “alta” por un lado y “mar” por otro. Si lo escribes junto, el diccionario te da a entender que estás cometiendo una falta ortográfica. Y de todas formas, lo escribas como lo escribas, no quiere decir lo mismo que “pleamar”. Alta mar quiere decir mar lejano, concretamente las palabras “alta mar” se refiere a las aguas internacionales.

Aclaradas estas cosas necesarias según creo, para hablar con propiedad, me hago la siguiente pregunta: Y si para las cosas del mar, (aparte de para otras muchísimas mas, ) soy un analfabeto, me quieres decir tú que cosa puedo escribir yo sobre la “bajamar”?

Pues eso, poca cosa. Que estás en la playa, y ¡ale!, ¡ale! Que el agua se va marchando, y los que son de Palencia y hasta los que vienen de Segovia se preguntan asombrados a donde coño se fue el agua que cuando llegaron a la playa por la mañana, alcanzaba las proximidades del camping , y ahora resulta que está allá, en el quinto carajo. Esto no sólo se lo preguntan los de tierra adentro, que ahí tenéis a Kenia, nacida en una isla y por lo tanto rodeada de mar por todas partes menos por el oeste que la a Haití, y también se quedó con la boca abierta la primera vez que observó el flujo y reflujo de las aguas marinas en nuestra costa. Como la República Dominicana está dentro de esos paralelos próximos al ecuador, es decir a la panza de nuestro globo terrestre, los vaivenes de nuestras aguas allí ni se sospecha que puedan ocurrir.

¡Kenia! ¿Os dais cuenta del nombre tan sugestivo? Y además, este monumento de mujer se presenta en la biblioteca con una sonrisa de oreja a oreja, como diciendo: “aquí estoy yo porque llegué” Y se quedó tan pancha, como si nos hubiera conocido de toda la vida. Estas mujeres que se esconden tras una sonrisa perpetua, tienen medio camino andado para conseguir todo lo que se propongan. A Kenia le pasó lo que a María, la de abajo, la bibliotecaria, que conocerlas y caernos a todos bien, ha sido la misma cosa.

A Kenia hay que mirarla de arriba abajo, y luego preguntarse si esta señora no habrá equivocado el camino. Os la imagináis encima de una pasarela con esa estatura, esa delgadez, esa sonrisa, esos pelos, (a lo “afro”?), y esa piel tostada como la canela luciendo un modelo de cualquier diseñador de moda? ¿Eh? ¿Os la imagináis?

¿Qué tiene cuatro hijos? Natural amigo, natural. ¿En qué queréis que piense ese hombre suyo cuando ella le enseña con una sonrisa la blancura de sus dientes?

Pero, ¡coño! ¡Si estábamos hablando de la bajamar!
Así que mira, chaval, deja de imaginar tanta cosa como esa, que al fin y al cabo a ti de nada ha de sacarte, y contempla las maravillas que el agua va dejando al descubierto a medida que se aleja: ¿Ves? La playa crece en anchura al tiempo que se amansan las olas, y millones y más millones de granos dorados despiden destellos con la combinación de la humedad y el sol. Y aparecen rocas que ignorabas formando fantasmagóricas figuras, y en los recovecos de su formación quedan pequeños estanques con crustáceos prisioneros que hacen las delicias de los pescadores furtivos…

Y si abres el espíritu en tanto las aguas se alejan, seguro que los malos pensamientos, las tristezas del alma y las angustias casi siempre infundadas, se van tras ellas hasta hundirse allá en el horizonte donde cielo y mar se juntan, y te dejas caer relajado y satisfecho sobre la arena húmeda.

Jesús González González ©
Octubre 2010

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