sábado, 10 de marzo de 2012

EL PARQUE.


Pues muy bien: El Parque. Y ahora, ¿qué? Pues ahora, ¡Ná! Tengo la mollera fofa, y… no me sale ni una letra. Bueno, letras sí, letras me salen. Pero de ideas para contar algo sobre un parque, na de na.

¡Y mira que hay parques! Grandes y chicos. Con árboles y sin ellos. Con bancos de piedra y con bancos de madera. Con fuentes y surtidores, o con surtidores sin fuentes. O con fuentes solas. O secos totalmente, como yo tengo ahora las ideas. Con cacas de perros, y sin… ¡Ah! ¿Pero es que los hay sin cacas? Con novios dándose el lote, y con mirones dándoles la lata… Y yo, ¡que si quieres arroz, Catalina! Que no me sale.

¿Será que me contagió Flor? Flor siempre está diciendo que no le sale. Que no le sale, y que no le sale. Ya veremos lo hace con El Parque. Ahora mismo me da envidia de Lines, que cuando se pone a escribir se lía la manta a la cabeza, y si no paró en la página cuarenta, ya no para hasta la ochenta.

Había pensado escribir algo sobre el parque infantil donde me metían cuando era chico, pero hace tantos años que ya no me acuerdo de eso. Ya, ya sé lo que va a decir quien lea esto: que entonces no había parques infantiles. ¡Eso lo dirás tú! Los había, pero le llamaban de otra forma. “Mete el críu en la macona”, decían entonces. Y a la macona de cabeza iba el “críu”.

Y en mi casa había una que había hecho el cestero de Vallines, que de medida, como hecha a “propiu intentu” “pa” meterme a mí.

De todas formas os juro que yo no me acuerdo de nada. Pero seguro, seguro que en algún sitio me metían cuando tenían que hacer algo; porque no me iban a dejar gateando por el suelo y llevándome a la boca todas las basuras que pillara a mano. O a lo mejor, si me dejaron. Vete tú a saber, Pero no. No me dejarían. Y lo más cómodo para ellos, pues eso: la macona del cestero. Que la pondrían en medio de la cocina y por mucho que me espurriera, no podría coger nada.

Isabel nos contará algo que le pasó con un alumno en el parque de Marquina, ya lo veréis. Ana seguro que está inspirada, y lo de pasear por un parque cogidos de la mano, lo tiene “chupao”. En lo que se va a fijar Lali, es en los pajaritos del parque. Es tan romántica que hasta de trinos nos hablará. Dolo dirá poco, pero bien dicho, y si no, atentos cuando lo lea.

Blanca nos leerá un poema que escribió mirando al parque de San Vicente desde la ventana de su casa, y Susi… Hombre, ¿de qué puede hablarnos Susi? ¡Pues de los mismo que Jezabel! Jóvenes las dos, y como tema El Parque. ¡Pues de achuchones, hombre! ¿De qué otra cosa pueden ellas hablar?

María, no. Si manda algo María, serán besitos en el parque. Achuchones no, que María es muy frágil y la pueden romper…

Luego está Laura. De Laura se puede esperar cualquier cosa. Desde que no asome al encuentro, hasta que nos venga con un concierto de pandereta en pleno parque.

Será interesante lo que nos diga Kenia. Por lo que tiene de exótico el contenido de sus historias. Seguro que nos relata alguna •cantaleta” de su abuelo Julio Julita con su sombrero y su pipa cuando se sentaba a la sombra de las jacarandas en el parque de su pueblo allá en el trópico…

Y finalmente, él. El poeta. Este es capaz de no haber escrito nada porque estaba escribiendo otras muchas cosas, y de dos golpes de bolígrafo hacer aquí una maravilla mientras nosotros colgamos en la percha las chaquetas.

Lo prometo. Otro día que se m ocurra algo, escribo sobre El Parque.

Jesús González ©
Marzo 2012

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