sábado, 10 de marzo de 2012

PARQUE.


Palabra corta, ¡pero cuánto encierra! Cuánta belleza acumulada, orden y desorden. Agua cristalina que por algún sitio se oye.

Murmullos de los árboles, que se hablan contando las historias que bajo ellos en sus bancos plasman.

Esa pareja que se besa con la ilusión de una vida que comienza diferente; están bajo un llorón, y se arrullan prometiéndose amor.

Ese niño que va con su triciclo bajo la atenta mirada de su madre. El señor que pasea con su perro por la senda adoquinada.

Esos parterres llenos de flores en primavera y verano; prímulas, pensamientos y rosales varios. Geranios de un rosa suave o rojos agranatados, y arbustos de todos los tamaños.

Eres un remanso de paz, sobre todo para la gente de edad. Se juntan y charlan y se cuentan sus vidas en las tardes soleadas.

Ha llegado el otoño y tus paseos se llenan de hojas y olores a musgos y mieles. Muchos árboles se quedan desnudos “en cueros”. De pronto algo sucede: llega el invierno y una nevada desprevenida te cubre con un bello manto blanco. Todo queda sumido en silencio.; y tus bancos parecen tener mullidos cojines. Los pájaros que quedan dan saltitos dejando pequeñas huellas y metiendo su cabeza atravesándola para conseguir algo que llevarse al pico.

Tu estatua está yerta, su piedra tan fría que la gente pasa y casi ni mira; y la fuente no corre, con sus chorros helados parece estar dormida.
La nieve se fue, pero el viento aúlla, las ramas crujen y hasta se ven muchas caídas.

Ahora llueve y tu tierra se empapa. Los columpios están brillantes y limpios pero sin niños que alegren con risotadas y ruidos.

Habrá que esperar a que todo pase y poder disfrutar otra vez con todos los sentidos, aspirando el perfume de las flores plantadas con tanto cariño.

Mª Eulalia Delgado González
Marzo 2012

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