sábado, 16 de junio de 2012

ILEGAL



El maltrato físico y sobre todo, psíquico, hace vivir en un círculo vicioso. Además, es un tema que se encuentra sin numerar, sin título legal respecto a la protección de las víctimas o de castigo real hacia los que producen ese maltrato. Es comparable a las persianas, se temen abrir para ver si el día clarifica esa oscura situación permanente y maltratadora, y, se temen bajar cuando llega la noche con su velo, ante el temor y a sabiendas, que aumentará los dolores, en esta ocasión del alma. Únicamente el maltratado puede decidir abrir y cerrar sus persianas salvadoras o no, en la soledad más hiriente, la de nuestros sentimientos.

Levanté la persiana, por fin estaba sola y podría desahogarme.

Apenas había dormido y llevaba así cuatro noches, demasiado angustiada por lo que estaba sucediendo, por la sorpresa de que había vuelto a ocurrir, porque, por lo que parecía, no se iba a zanjar ¡nunca!

Ese día, hablaba con un amigo al que dejé con la palabra en la boca, justo cuando todo esto comenzaba. Le dije que tenía que colgar el teléfono y me comentó, ¡seguro que tendrás algún poema entre manos!

Querido amigo:

...¡No fuera malo que hubiera estado pululando por ahí, en la noche, detrás de algún verso rebelde!

Estaba ya con “mi” renacido problema a las espaldas, además, suele ocurrir que se suman a otros. Alguna vez he pensado que cuando algo te coge desprevenido, ya sea una enfermedad u otra circunstancia de trabajo o de índole familiar, otros inconvenientes se quedan con nosotros también y se aferra y ahoga un poco más a nuestro pasapán.

Ese cúmulo de situaciones conseguía desestabilizarme, y sé que las cosas pasan, se solucionen o no. Estar dentro de este mundo de miedos es increíble, y mira que no suele amilanarme nada, que lo lucho o trabajo hasta llegar a una solución..., pero, esto me puede. Esa sensación de: “hoy levanto la persiana y sé que el día estará lleno de escaleras interminables, y que me costará subirlas, que incluso, tendré que dejar escalones sin conquistar”.

Esa claridad me hace entrecerrar los ojos y añade dolor a una cabeza que está llena de ruidos amontonados, de voces que amenazan, del abono maloliente del silencio, de las huidas interiores sin una meta por donde pasar... Eso me aterra de tal manera, que tengo la intención de volver a bajar ese párpado artificial del ventanal y las del resto del “hogar”, y quisiera acostarme de nuevo para cerrar los ojos y esperar a que se solucionara por si solo en el amanecer de otro día. Pero, no puedo hacerlo..., ¡he de luchar!

Quizá me ayude un café muy cargado, quizá tan negro me aclare algo, -que ironía, café negro que aclare-. Sí, porque sé que hay que tomar el toro por los cuernos, buscar opciones, dar la vuelta y buscar la parte positiva..., “¡Dios!, tengo escalofríos y sudores a la vez”.

Lo sé perfectamente, pero, al ser tan cercano y también, de tan adentro, me impide que tome la decisión final, la más drástica..., porque estoy hasta los pelos de esta situación, “vejatoria” que dirían los entendidos, ¡hasta los pelos!

Suceden por mi dejadez o por mis miedos en remediarlas antes, pero, amigo, eso no disculpa del todo pagar un precio que no asumí y que me llega, siempre, con recargo.

Si te digo la verdad, tengo las lágrimas pendientes de un apretón más, de un ataque más, de los silencios que ofende tanto como las palabras, y encima, llegan por partida doble, aunque sean muy diferentes...

¿Sabes que te digo?, que estoy a punto de no poder más, que por mucho que trate de solucionar las cosas, me encuentro con un muro infranqueable que costará derribar o escalar hasta arriba para no terminar de pasarlo... ¡Qué asco de días!

¡Si me afectara solamente de una manera!, pero no, lo hace sobre toda mi vida, sobre mi entorno, sobre la familia, ¡me hace polvo la existencia, es como la arena entre las manos, se escapa aunque apretándola con fuerza, cuanto más la comprima, más se va.

Me encuentro sola, y es algo que aún acercándome a consultarlo a un profesional, de mis compañeros en la medicina, o legal, tanto me dé, sé que una solución teórica, seguiría manteniendo las consecuencias a mis espaldas. Quizá esa sea la cuestión, romper con todo y alejarme, a pesar del daño, a pesar de las consecuencias, a pesar de los miedos...; seguir no soluciona e igualmente padeceré por su influencia directa y que, periódicamente, resurja y me encuentre debilitada y entonces, pueda conmigo y caiga rendida... “¡Ag, que asco!, me viene a la boca sabor a hiel, me produce vómitos”.

Sabes amigo, a veces quisiera morir y otras veces, matar..., sería una solución fácil.

Me planteo que haga lo que haga, seré la pagana de esta historia; la solución sería romper con todo y queda la otra decisión, la cobarde, la de... (suspiro), volver a intentar olvidar, a tantear si hay posibilidad de hablar, pero, hablar no les interesa, y como en las otras ocasiones, permaneceré a la espera con el temor constante de un nuevo envite.

Una situación para una sola, para decidir sola, para salir o no, del círculo vicioso en el que me encuentro.

Y no puedo con ello y no sé cuál sería la mejor defensa o el mejor ataque, ¡miedo, miedo!; miedo y sufrimiento, angustia y sin vivir hasta que la memoria lo tape o, hasta que surja de nuevo.

Siento como si fuera una auténtica guerra y como sucede en cada batalla, mueren y se destruyen los combatientes de a pie, se gane o se pierda...

Intentaré descansar, cerraré las persianas de nuevo y quizás, mañana, descubra que la solución estará cerca y pueda salir de esto, porque, a pesar de todo y de todos, lo peligroso del tema es que se intente normalizar una condena, sin juicio, sin palabras y sin maltrato físico...

Amigo, lamento dejarte estas líneas, pero, necesitaba desahogarme; tampoco tengo otro recurso, en concreto, ninguno.

Ángeles Sánchez Gandarillas ©
11-VI-2012

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