sábado, 16 de junio de 2012

LA PERSIANA.



La cerré de golpe, con fuerza, hasta abajo para que no entrara la mínima luz, lo hice a curiosos que invadieran mi intimidad un escudo a las noches largas y oscuras.

Si la subía me sentía transparente, desnuda, si la bajaba no me daba ni daba ninguna oportunidad. De tanto bajar y subir la persiana llega un momento que la cinta se va deshilachando, se cuartea y al final se cierra de golpe, ni sube ni baja.

Entreabierta, en un día lluvioso, miré al mundo entre sus rendijas con temor de que no me salpicaran gotas de negatividad; observar sin ser observada, forzando la vista tras ella.

Un día la subí hasta arriba, me encontré con el destino y entró el gran ojo dorado del sol que me envolvió entera. Me sentí libre y volví a ver la vida en todo su esplendor, comencé a ser yo misma caminando por ella.

Ana Pérez Urquiza ©

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Ay, mi musa!!!
Lo que dice una persiana
guiada ahora por tu mano,
que cierra o abre,
dando entrada al sol o a la luna.
Es la vida entreabierta
y la sombra entrecerrada,
pero, ahora, amiga,
dispones de la cuerda que la domina,
y eres dueña y señora de tu persiana...
Y yo, Ana, estaré atenta a tu luz abriendo las cuartillas de letras oscuras ante mi mirada...
A-brazo-partido. Lines
En cuanto te leo, la inspiración se me llena de dedos sobre el teclado...