viernes, 19 de octubre de 2012

“EL DESAFINADOR DEL CUARTETO”


Lucía, hoy sustituyes a la enfermera Asun. (Durante todo el verano ocupé un lugar de refuerzo y, de golpe, paso a ser auxiliar de la doctora Serna)  Me temblaba el pulso por duplicado (el ordenador tampoco funcionaba)


-Toc, Toc,  -¿puedo pasar?

-Espere, por favor, ya le llamaré yo.

Antes de calmarme, ya oía el “Toc. Toc”

-Perdone, ¿es Usted el señor  Hermágoras Pérez?  Pase,  Siéntese.

Vengo a que me ponga la vacuna de la gripe, sólo eso y llevo media hora esperando.

Desoí el comentario.

-Deme la vacuna, por favor.

-¿La vacuna?  Pero si la suministran siempre ustedes.

-Señor, este año hay otra normativa.  Es el paciente el  que tiene que comprarla en la farmacia con el volante del doctor.

-¡Cómo!  ¡Me toma usted el pelo!  Llame a la doctora.  Haga el favor.

Le volví a explicar, casi con las mismas palabras, que habían cambiado el procedimiento y, que cada paciente tenía que  hacerse con la vacuna. 

Mientras refunfuñaba algo sobre la maldita crisis; por la larga e inútil espera, dejó caer si el ambulatorio no dispondría de algunas muestras gratuitas, la falta de información… le extendí el volante de la médico.

"PUM"  El portazo hizo que se me estrujaran las sienes. (Antes de que volviera el grosero y mísero paciente,  necesitaba un relajante, pero  cómo atreverme a tomarme una tila si llevaba media hora de retraso…)

Me levanté e hice pasar a la siguiente paciente.  Parecía muy sería.  ¿Tendría que bregar también con ella?

-Siéntese, por favor.  Perdone, el ordenador está estropeado y…

-Me llamo Andrea y, vengo a que me  haga el análisis del Sintrom
 
Su voz era suave, me sonaba conocida.

-A ver el dedito… ¡Huy 5,8!  Vamos a repetir la prueba.

-Ahora, pincharemos otro dedo. ¿Le parece Andrea?  Y a esperar.  Vaya: 6,4.  Vamos a ver lo que dice la doctora.

-¡Pero Andrea,¿ has tomado algo especial mientras has estado de viaje?

-Pues, sí, me tomé el inhalador para el ataque de asma que me dio una noche.

La doctora empezó a auscultarle la espalda; lo hizo muchas veces.  La miré, se mordía los labios, arqueaba las cejas y, lo peor, se le borró la sonrisa.  Luego pasó el estetoscopio por el pecho.  Cuando alzó los ojos, pestañeamos al unísono.  Yo fingí que no me había enterado de nada y sonreí a Andrea.   La Dra. Serna le explicó: “mira, Andrea. Estos ataques no suelen venir solos.  Y con la sangre así de alterada puede suceder algo peor.

-¿No has sentido nada más?

-Sí, mucho cansancio.

-Andrea, no te aflijas, pero voy a extenderte un volante para la hospitalización  domiciliaria (espérame cinco minutos y nos vamos a casa).

Los ojos de Andrea serenos siguieron la  figura consoladora.

-TOC, TOC y abrió la puerta.  Andrea, educadamente, salió al pasillo.

-¡11 EUROS!  ¡Vaya robo!  Once euros, ¿estarán contentos. Eh?  ¡Y tener que oír que la Sanidad va mal!  Pero, esto no va a quedar así.. Ahora mismo voy a poner una queja en toda regla. Ya lo creo que sí…

Se me había pasado el tembleque.  La rabia del señor Hermágoras  me alegró en parte, la tristeza de la doctora Serna.

                    
San Vicente de la Barquera,
a 12 de octubre de 2012           
Isabel Bascaran ©

No hay comentarios: