Sí, primero empecé por ti. Me sentía observada, había anochecido y te amparabas en la penumbra del salón, entre el cristal de la terraza abierta y los visillos. Corría una ligera brisa, se movían. Al oír un “crac” me volví sobresaltada, no me atrevía a mirar hacia el ruido. Nerviosa me dirigí a él, miré y volví a mirar y allí estabas, encapuchada, vestida de verde desde la cabeza hasta las extremidades, agazapada en la cortina.
Intuía que ibas a saltar sobre mí y presa de miedo blandí un periódico en mi mano haciéndote frente y de un golpe certero caíste postrada a mis pies descalzos. Te miré, mi bello estaba erizado, aún te movías, te di el tiro de gracia y te rematé cerrando fuertemente mis ojos. Al abrirlos suspiré profundamente, ya no te encontrabas en el mundo de los vivos. Me deshice de tu cadáver con satisfacción, sin dejar huellas.
A esa noche le sucedieron muchas más en ese fin de verano, me convertí en una asesina en serie, erais vosotras o yo... mis odiadas Amantis Religiosas.
Ana Pérez Urquiza ©
Intuía que ibas a saltar sobre mí y presa de miedo blandí un periódico en mi mano haciéndote frente y de un golpe certero caíste postrada a mis pies descalzos. Te miré, mi bello estaba erizado, aún te movías, te di el tiro de gracia y te rematé cerrando fuertemente mis ojos. Al abrirlos suspiré profundamente, ya no te encontrabas en el mundo de los vivos. Me deshice de tu cadáver con satisfacción, sin dejar huellas.
A esa noche le sucedieron muchas más en ese fin de verano, me convertí en una asesina en serie, erais vosotras o yo... mis odiadas Amantis Religiosas.
Ana Pérez Urquiza ©
No hay comentarios:
Publicar un comentario