viernes, 19 de octubre de 2012

¿POR QUÈ VA A SER?


    Pues por eso. Porque  la vejez es como es, y no hay que darle  más vueltas. Siempre se dijo que los viejos se vuelven caprichosos como niños. Y es verdad. Caprichosos, antojadizos y desconcertantes.

    Yo estoy ya como  los críos cuando empiezan a caminar. Pero claro, lo mío es en fase regresiva. Cuando empiezan a dar sus primeros pasos lo hacen bajo la vigilancia de adultos. Siempre está el papá o el hermano mayor para echarle una mano al menor tropiezo. A los que ya no tenemos papás ni hermanos mayores, nos dan un bastón  para salvaguardar el tropiezo.

    En esta carrera descendente se piensa de continuo en el pasado. ¿ No escucháis todos los días  decir a la gente cuando habla de sus viejos,  que se recuerdan de las cosas de antaño y se olvidan de lo que hicieron ayer? Naturalmente hombre, naturalmente. Esto ocurre porque los viejos no tenemos futuro. En llegando a los ochenta, hay que ser consciente de que estamos aquí con permiso del enterrador, por eso no hacemos planes para el mañana. Nuestra vida es el presente. El presente y los recuerdos del pasado, que es como un diario del tiempo que se fue, escrito en el papel de nuestra memoria..

    Y como no tenemos plan para el mañana, rememoramos el ayer. Pero el ayer lejano, el de nuestra juventud, que suele durar hasta que empiezas a ver crecer a tus nietos. Las cosas del ayer, ayer,  se han olvidado porque no crean historia. Son las mismas de hoy, y las mismas de mañana si es que llego. ¿Para que quiero yo recordar qué  camisa  puse ayer, si no tengo ningún interés en ponerme hoy otra distinta?

    Si llego, se muy bien que lo seguiré haciendo por el camino del retroceso, y del bastón pasaré a la silla de ruedas. Lo mismo que van los niños en sus cochecitos cuando aún no caminan. Y si supero la prueba, llegaré para mi desgracia a la época del bebé con los dodotis.

    ¿Sabes cual es lo más interesante de esta experiencia? Lo más interesante es descubrir que lo único que permanece inmutable es eso, el recuerdo. Lo demás cambia todo continuamente. Mi cuerpo de hoy no es el mismo de cuando tenía cinco años. Ni el de los quince fue el mismo de los treinta. Ni ese tiene nada que ver con el de los sesenta.  La materia se transforma, envejece, se deteriora. El recuerdo permanece inmutable y fresco.

    ¿Comprendes ahora por qué escribo cosas del pasado? Porque aunque  solo sea por unos instantes, cuando lo hago vuelvo a.  tener conmigo a las gentes que se fueron, y mis relaciones con ellos. Y porque con los años también descubres que son las personas quienes realmente importan, con todo lo que consigo lleven de bueno y de malo. Las ciudades, los pueblos, los lugares, son meros escenarios de la vida. Imagina tu pueblo, o la ciudad más grande del mundo sin personas. Sería una desolación terrorífica…

    Coño, coño…  ¡Con los años piensa uno cada cosa…!

                                       Jesús González Gonzalez ©

No hay comentarios: