miércoles, 14 de noviembre de 2012

TELÉFONO

 
¿Quién nos iba a decir que casi no podríamos prescindir del teléfono móvil, cuando, no ha tantos años, en pocas casas tenían uno fijo? Y no te digo cuando querías poner una conferencia. Tenías que esperar a que te llamasen. “Su conferencia. Ya puede Vd. hablar con Madrid”.
Pero para eso existía la correspondencia, que ya pasó de moda por supuesto. La única correspondencia que recibimos hoy son los sustos de las facturas que el Banco nos manda, y las felicitaciones,  (cada vez menos), por Navidad. Yo sí que tengo ya mal acostumbrada a la familia y amigos de lejos, y es que me gusta  también recibirlas y tenerlas alrededor en Noche Buena.
Pero todo tiene sus ventajas e inconvenientes. Ahora debemos contestar al segundo; pero es innegable lo práctico que es el móvil en ciertos trabajos, en situaciones difíciles o para avisar de que no se alarmen en casa con imprevistas esperas.
Cuando se puso de moda a ver quién tenía al móvil más pequeño, parecíamos tontos hablando solos por las calles; también un tanto ridículo y embarazoso tener que escuchar conversaciones ajenas en trenes, autobuses, o en la cola de la pescadería. En eso hemos ganado en discreción. “Luego te llamo, estoy con gente”.
También es difícil de acordarse a veces de apagarlo en actos públicos, sonando por ejemplo en la Consagración de la Misa o en medio de una conferencia. ¡Eso tiene que ser por sistema de concienciación!
Es maravilloso poder escuchar las voces de la gente que queremos y nos importa en cualquier momento. Esta vez la ciencia ha avanzado para bien. Y no te digo cuando lo tengamos todos con esa maravilla de grafeno, domables, no pesan, no se rompen, y como ya están conectados con Internet… pues ¡Viva la Ciencia!
 
                                                      
Mª Eulalia Delgado González ©
                                                               Noviembre 2012

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