sábado, 15 de diciembre de 2012

SUEÑO.



Estimados amigos: ¡He tenido un sueño! Sí, de verdad.

Me encuentro vagando por una vereda estrecha, verdosa, llena de unas hierbas,  tan maravillosas, que hasta cambiaban de colores. Los deliciosos olores que emanaban, hacían cosquillear la membrana pituitaria de mi nariz…hasta estornudar. Yo me sentía algo raro, es cierto. Mas, al presenciar el colosal entorno que me rodeaba, mi lengua, sin haber probado bocado alguno, salivaba y degustaba sabores que jamás había conocido. 

Los árboles mecían sus copas acompasadamente al son de una tenue brisa. Comencé a oír unas melodías que deleitaban mis oídos. Unas, provenían de un lado. Cuando miraba, sonaban del otro. Cambiaba la vista y sonaban por encima de mí. Con curiosidad miré hacia arriba y noté tal claridad de luz, pero tan dulcemente extraña, que ni siquiera me hacía parpadear. Pensé quedarme tumbado al lado del camino y gozar del instante. Decidí seguir. 

De repente, dejan de sonar las suaves melodías. Los árboles  detienen sus movimientos. La luz se oscurece y se escuchan sonidos extraños, risotadas que me estremecían. Comenzaron a aparecer toda clase de animales, que hablaban:

-¡Craj, craj! Vociferó una urraca. ¡ Qué burro más feo! ¡ Ja, ja, ja!

-¡Cuaj, cuaj! Gritó un negruzco cuervo. ¡ Es verdad y hasta lleva cristales en los ojos! ¡ Jo, jo, jo!

Y seguido de una algarada, de risotadas y carcajadas.

-¡Ja, ja, Je, je, Ji, ji, Jo, jo, Ju, ju!

Lleno de vergüenza, bajo mi cabeza y… ¡zas!  Noto que mi morro choca contra el suelo. Me asusto porque está ligeramente alargado. Con los ojos desorbitados, veo que voy a cuatro patas. Que no tengo dedos, sino pezuñas feas y destartaladas. Miro hacia atrás y me cuelga un horrible rabo. Enrabietado, con las patas traseras me doy un golpe en las gafas y las pateo. Al momento, noto que mis orejas son estimadamente alargadas y con las patas delanteras intento tapármelas.

A cada movimiento que hacía, más atronadoras eran las risotadas. Es cierto. Me he convertido en un burro destartalado y feo. Aparto una pata para ver dónde están y….se han colocado unos a un lado, y otros al otro lado de la vereda. Aves de todas las clases, a cada cual más engalanadas. Hermosos y altivos ciervos. Orondos jabalíes. Espléndidos osos. Se encontraban todos mezclados partiéndose de risa a mi paso y gritaban:

-¡Que hable, que hable! ¡Que no sabe!

Me volví a poner de pié, mejor dicho de patas y me atreví a mirarlos. Aturdido y pensando que nunca he hablado, pero lo intento a ver qué me sale:

-¡Aj, aj, aj!....y nada.

La atronadora risotada de irresistibles tonos fue macabra.

Al momento, todo se silencia. Yo sigo adelante. Todos intentan esconderse entre los matojos, antes deliciosos, ahora escaramujos,  de la vereda.

-¿Qué pasará?-, Me pregunto.

Se esclarece de nuevo todo el bosque. Los árboles renuevan sus movimientos. Las melodías, los colores y los olores vuelven a resurgir en una fantasía de ensueño. Me miro. Sigo siendo un burro, pero… brillante. Se oye algo, son unas pisadas:

-¡Plaf, plaf, plaf! Un colosal elefante viene hacia mí. Trae su trompa erguida. Presenta unos colmillos del marfil más lumínico que jamás podrán ver ojos humanos. Me mira y tiemblo.

-¿Qué está pasando aquí, con tanta algarabía y risotadas?-, Barritó con profundidad. 

-¡Pobre borrico! Seguro que se están riendo de ti. ¿Dónde están esos valientes? ¡Que salgan, que salgan de su escondite!

-¡Aj, aj, aj!-,  Me salió de la garganta, a modo de gracias.

-¡Ah!  Borriquillo, que todavía no sabes hablar. Eso es lo que te pasa. Por eso se ríen de ti. Pero espera, que ahora te toca a ti.

-¡Salid, salid de entre esos matojos. No tengáis miedo cobardes!-, Vociferó el elefante.

Poco a poco, fueron asomándose con timidez todos aquellos animales. Parecían temerosos.

-¡Venga, habladle ahora al borrico, ríanse de él!

Primero fueron mirándose los unos a los otros y quisieron hablar todos a la vez, pero en esta ocasión todos emitían sus propios ruidos desacompasados y felizmente cómicos.

-¡Hala, hala, ríete de ellos, ahora no saben ni hablar!

Abrí mi boca y…

-¡Aj, aj, aj!-, No me salió nada más.

-¡Espera, espera!-, Me dice el elefante, que ya era para mí tan enorme y bueno como todo lo mejor. Abre tu boca de nuevo, que con mi trompa te voy a poner un hálito especial de mis pulmones.

Abrí la boca y noté cómo mis pulmones se hinchaban.

-Ahora, diles algo, que pasen ellos la vergüenza!

-¡Hola!-, dije con suma timidez y una media sonrisa.

-¡Más fuerte, más fuerte, que eres un hermoso burro!-, Me animó el elefante.

-Solamente-, proseguí, -soy un pobre burro que pasaba por aquí. Y yo no quiero reírme de nadie. Nada más que quiero ser amigo vuestro y pasarlo bien con vosotros, jugando, retozando y disfrutando de tan bonitos paisajes.

-¡Ahí!  Aprended a hablar. El animal, que siempre acarrea mala fama, mirad lo que os ha dicho. No se ha reído de vosotros y os brinda su amistad-, les espetó tan lúcido el elefante. 

-¡Venga, decidle algo! ¡Ya podéis hablar!-,  Les gritó.

Todos los animales se miraron y al instante explotaron en una sola voz:

-¡Burro amigo, burro amigo, burro amigo!

Las melodías se escucharon en todos los rincones. Los árboles se mecían al son de ellas y una inmensa claridad apareció en sus cimas. Era tanta la intensidad de la luz que en esos momentos desperté alegre y jocoso. Me miro.  Me palpo. Vuelvo a la realidad y me digo:

¡Jo,  Qué sueño tan hermoso!, "quisiera seguir siendo ese burro".


Maximino Fernández Sierra ©

No hay comentarios: