sábado, 23 de febrero de 2013

HORIZONTE - (Depresión 1)

                                                             
-Buenos días, Batirtze, ¿pero qué haces sin prepararte aún?  Corre, date prisa, mira qué horizonte tan bello: la nieve ya ha bajado por la ladera cercana…
 -Buenos días, Zuriñe, ¿te importa que pospongamos la subida a los picos? 
 -Bueno, pero entonces subimos hasta la carretera de arriba y oteamos el panorama como los cuervos: 180 grados de disfrute del horizonte con su amor: el mar.  Luego, girando 90 grados, hacia la derecha observaremos los nevados Picos de Europa con su inseparable cielo y, por último, girando sobre nuestros talones, el verde de los eucaliptos nos ofrecerá el  mar marengo en su alianza con el horizonte. 
¿Cómo  no dices nada, dónde están tus ooohsss característicos, tus pasos de pasodoble, tus snifffes del aire?  ¡No dirás que tienes frío!  No niegues tantas veces, que a ti, algo te pasa.  
 -Zuriñe, tienes algo de maga.  Tú disfruta de la panorámica que has descrito, de las bellas líneas que nos ofrece el paisaje, de este poder sorber la fragancia que nos extiende la naturaleza… Sí, cuando lleguemos a casa, te contaré mi estampa interior y, quizá, entonces, me perdones mi apatía. 
  Llevo, así como un mes, que apenas vivo la vida.  Solo  me conforta la cama. De noche me acuesto con el horario de los niños  ingleses y, me levanto  con el de los enfermos.  Mi estado me recuerda a la depresión que sufrí, repetidas veces, cuando estaba en activo. 
Veo cómo se van abriendo las flores de la camelia; que el arbusto tiene las ramas cansadas y encorvadas de tanto peso: florecerán cientos de semi rosas.  También las azaleas hacen guiños de apertura.  Los mirlos buscan y rebuscan gusanos; se afanan con sus amarillos picos y sus laboriosas patitas… y,  en lugar de ponerme contenta porque la naturaleza sigue viva, mi mirada se humedece y apenas veo nada.  Se puede decir, que casi soy feliz, cuando no tengo que pisar la calle.  La falta de fruta y leche me obliga a prepararme y coger el coche.  Y sólo entonces, me doy una vuelta para saludar al mar y cansarme físicamente. 
¿Qué cuál puede ser la causa de mi estado?  Llevo casi cinco años disfrutando de este lugar paradisíaco y he sido tan feliz…  Ahora, cuando me quedo sola los domingos, su melancolía me llena de tristeza.  Sé que se le hace difícil asumir  su  futuro laboral:   inseguro; que lo que le queda por bregar puede ser un quinquenio o más.  Las leyes solo están hilvanadas y las empresas saben que tienen la sartén por el mango (“donde dije digo, digo Diego”)    Su horizonte para  la jubilación se le presenta borroso, plagado de cúmulos negros que no permiten filtraciones de haces luminosos.  Hace unos días, me comentó que la falta de vida social también le anula.  Mi mente no se habría alterado si hubiera contado con la lógica de antaño, pero le imaginé buscando compañía  cercana; incluso cariño a la vuelta del trabajo y los celos me rodearon, se extendieron en mis entrañas como el musgo se ha esparcido por todo el jardín.  ¡Y tan difíciles son de desterrar! 
  Ayer, cuando regresaba de nuestra despedida, con el corazón animado por los besos y abrazos recientes, vi  el horizonte adornado de estratos rojos, dorados, rosas, pero tres grupos negros de estorninos alocados volvieron a  convertir mi optimismo  en resbalón a los infiernos…
                                                
San Vicente de La Barquera,
a 31 de enero de 2013                                                        
Isabel Bascaran ©

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