sábado, 18 de mayo de 2013

LA SUBASTA



                                                            
  La sala se hallaba casi llena pues la subasta comenzaba en diez minutos.  La luz blanca, fluorescente del pasillo se tornó en penumbra.  Me senté en la quinta fila, tercera butaca, empezando por el pasillo –en el ala izquierda.

  Sobre la tarima, habían colocado una mesa de faldones rojos y, sobre ella, lucía un baúl grisáceo, de cuero avejentado por la mano del tiempo.  Mediría un metro de largo por medio de ancho y unos cuarenta centímetros de alto.  Me fijé, luego, en las rezagadas,llegaban vestidas de largo, con tocados de estilo victoriano.  Oí muchos “sorries” al pasar por delante de la gente ya acomodada.  “Por favor”, que nadie se siente delante, supliqué”   Pero un señor con bisoñé y todo, ocupó la butaca y lo peor no fue que me quitaba la hermosa silueta del baúl,  sino que su loción afectó a mi pituitaria y ya no pude disfrutar del aroma genuino del baúl.

  Se presentó el subastador con su azafata.  Los dos iban vestidos de negro con su camisa y su blusa de un blanco níveo. Él con pajarita roja, ella de corbata carmesí. El  golpe de mazo,  creó un silencio absoluto.  Y comenzó la subasta. La sala se iluminó de una luz azulada que emanaba el baúl, las paredes se fueron llenando de un puzle exótico:  playas con sus pedalos,  yates, surfistas; la arena salpicada de hamacas y sombrillas, casetitas de paja con bebidas refrescantes, camareros “cachas” y camareras exuberantes,  palmeras, jardines de orquídeas… “Demasiado bello para que el baúl encierre algo inusual”  Pero deseaba que la gente pulsara, ante la posibilidad de un viaje encerrado; así tendría yo opción a algo diferente.

  Después, los haces luminosos que emitía el baúl, formaron un firmamento del hemisferio sur: tachonado de estrellas,  nebulosas, satélites, asteroides.  Una lluvia de pequeñas lágrimas argentas caía sobre los pujantes.  Esto enardeció muchos deseos y la gente elevó las cifras para ¿un viaje por el espacio?, quizás, por un viaje a África?  Yo siento pavor y náuseas a las alturas, (ni tubos enteros de Transilium me podrían tranquilizar), por lo que me mantuve inmóvil.

 Por otro lado, todavía quedaban escenarios de desiertos, de tundras, de los Árticos, del hábitat de las orcas... Algo muy valioso encerraba aquel baúl.

 De mis reflexiones, me despertó un rojo cegador. Como por ósmosis,  nuestras lágrimas fueron extendiéndose hacia la atmosfera; luego comenzamos a toser: una montaña de lava se elevó hacía el cielo, partículas incandescentes nos quemaban; después eran piedras de fuego que nos abrasaban.. Alcé, del timbre, mi mano derecha con el “baile de San Vito”  Por el amor de Dios, que no tocara el timbre (aquello no podría esconder más que un viaje a los infiernos).  Pero una mano huesuda se posó sobre la mía, ¿un pajarillo? Y con toda su fuerza  incrustó mi mano sobre el timbre:  el magma rojo ascendía sobre mi calzado; el olor a chamusquina, a bacon ennegrecido me arrancaron “unos Achís” de perturbada;  el chisporroteo me hizo perder casi totalmente  la conciencia.  Unos minutos más y la catarata de lava y magma me sepultarían. 

   Unas manos suaves me dirigían hacia la tarima, las piernas eran como las de un títere.  Me dieron a beber algo refrescante y vivificador. Y en un tris, me enderecé.  Con los guantes ígneos que me insertaron empecé a rebuscar entre las ascuas del baúl-volcán.

  El silencio expectante del público me animó a seguir surcando los cúmulos ardientes.  Por fin, con las dos manos pesqué algo fresco.  Lo saqué; el estruendo rompió el silencio y quebró el objeto misterioso:  ¿diamantes en miniatura, abalorios despedazados?

  Dirigí los ojos hacia mi asiento: las dos butacas anexas seguían vacías. ¿Fue una acción telepática entre mi mente, la trasgresora mano y el baúl transmisor de deseos?

   San Vicente de la Barquera, 8 de mayo de 2013
                        Isabel Bascaran ©

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