jueves, 10 de octubre de 2013

EL SILENCIO



 Meses después del incidente del tejado y el despliegue de bomberos para el rescate de mi hermano, “el enano descerebrado”, mis padres decidieron que debería ser bautizado.

               Lo fueron posponiendo, pero ante la aventura que protagonizó no quisieron dilatarlo más tiempo, ya que si se lanzaba a otra heroicidad tal o parecida, el “angelito”, podría subir a los cielos sin su pasaporte en regla en el que pusiera “BAUTIZADO”, en grandes letras.

                Y empezaron los preparativos para el evento: la Iglesia, llamadas a familiares, reserva y menú en un Restaurante ¿de esos que se llaman BBC?, (bodas, bautizos y comuniones),  ¡no, dijo mi madre!

                 - Quiero algo más pequeño, me horrorizan esos locales, vamos a ser pocos y prefiero algo más íntimo.

                  Tras mucho buscar lo encontraron no muy lejos de la Iglesia. Hasta aquí todo solucionado, sólo quedaba comprar los modelitos de ropa para los cuatro de la familia. Papá sin problema, le dijo mamá:

-          Te pones el traje azul marino, el de la boda de tu prima Marta, la chaqueta te queda un poco justa pero apenas se nota si te sueltas el botón y encoges un poco la tripa. Yo por el contrario, no puedo repetir modelo ¡pues buena es tu familia para criticarme! precisamente tu prima Marta, mañana iremos a comprar la ropa de Cris, (esa era yo), del niño y la mía, bueno y una corbata para ti ¡quiero que te vean diferente!
-           
Ya en los Grandes Almacenes, empezamos por mi madre, entraba y salía del probador con un modelito diferente posando ante mi padre y nosotros sentados pacientemente para la aprobación de papá. Al “okupa“ lo reteníamos sentado entre los dos ya que no nos fiábamos de él. Mi madre aparecía y desaparecía del probador como Julia Roberts en Pretty Woman  ante Richard Gere, pero el único que aplaudía era... “el sin bautismo“ ¡el muy pelota! Api, api, mami, decía. Al fin, ese el primero de todos los que se probó fue el vestido elegido. La verdad es que estaba guapa. Subimos a la planta infantil.

-          ¡Mira, Cris este vestido celeste es precioso y qué bordados tiene!
-           
-          No, no me gusta, parece un mantel de esos que pones a tus amigas cuando vienen a merendar.
-           
-          Cris, qué cosas tienes ni una palabra más ¡estas preciosa!

¿PRECIOSA?, pensé, sólo me falta una servilleta en la cabeza cayéndome los bordados en cascada. Pero lo compró junto con unos zapatos también celestes con lacito. A “el aun sin nombre“ el mismo equipo celeste sólo que pantalones cortos, parecíamos dos tartitas de cumpleaños de esas pringosas. Él al ver sus zapatos, decía: “lazo no, lazo no”, en eso coincidíamos.

Llegó el feliz día, entramos en la Iglesia, rodeados de familiares y amigos y ocupamos los bancos. Papá tenso, ya que encogía su barriga para que no le estallara el botón de la chaqueta y apretándose el nudo de su nueva y flamante corbata.

Los Padrinos encendieron sus velas y en mitad de aquel gran silencio el “okupa“, al ver los cirios, a todo lo que le daban sus cuerdas bocales, grito:

-          ¡Cumpleañoz Felis! ¡Cumpleañoz Felis!
-           
He hizo un bis y todo ¡pensaba que era su cumpleaños! pero sin tarta. Se rompió el silencio con las risas de los invitados y a mi padre se le estalló el botón que salió disparado cayendo en la pila bautismal, yo no sabía dónde meterme sin parar de reír.

Por fin el Señor Cura, algo perplejo viendo el botón flotando en el agua dijo:

- Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo con el nombre de... ”(Okupa, okupa desee yo)”, ¡si es el mejor de los nombres para él! Y mojándole los cuatro pelos le impuso el nombre de... Guillermo.

Mi padre, ya más relajado del disparo le dijo a mamá:

- No, no va para Ingeniero, va a ser Tenor ¿no has escuchado la voz que tiene nuestro Pavarotin?

  
                                      Ana Pérez Urquiza ©

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