¡SILENCIO… Silencio… Silencio… Silencio…
Silencio… Silencio… Silencio… Silencio…
Silencio……………… . . . . . . . . . . .
. ¡..
Y
después, dejar la página en blanco. Esa
sería la mejor definición escrita, del silencio.
De otra manera, el silencio absoluto, creo que
no existe. Se habla del silencio de la noche, el silencio del campo, el silencio del claustro… Pero
también esos silencios tienen sus
murmullos: porque existen los
movimientos de los muchísimos seres que viven las noches, los
quiebros de las enramadas, y los susurros del aire, el crujir de los
suelos que se pisan…
Tras
el silencio de los fuerte ruidos, permanecen los ecos. Cuando los ecos se
apagan, se escuchan los ruidos que éstos ocultaban; y si estos se extinguen
permanecen los ecos lejanos. Incluso cuando creo que del exterior ni un soplo
me llega, escucho el tenue silbido del
temblor de mis tímpanos…
Creo
que el verdadero, el Silencio que se escribe con mayúsculas, es necesario estar
muerto para escucharle en toda su grandeza.
Jesús
González ©
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