jueves, 10 de octubre de 2013

EL SILENCIO



Los cuadros están ahí, estáticos, en las paredes de nuestras casas o en las de los museos; se cubren de polvo y hasta nos cuentan historias.

¡Los cuadros nos hablan! He leído una novela muy bonita sobre el cuadro de Vermmer “La joven de la perla”

Unos cuadros pueden evocar jolgorio, fiestas, alegría… Otros, guerras, desastres… Algunos son poéticos, amorosos… Pero también los hay que evocan quietud y silencio

                                                      I

La mañana está fría, más que fría, gélida diría yo. Unos tenues rayos de sol iluminan en primer término la ladera de la montaña, amarillenta y quemada. En la zona sombría, con árboles desnudos, la helada está ahí, aprisionada. Un poco más arriba se vislumbran dos casas entre las ramas de los árboles. Esas casas tienen vida; de sus chimeneas sale un humo  blanco y denso que se esparce por todas direcciones.  Seguramente un nuevo día de trabajo duro espera a sus dueños. Queda algo de nieve pegada en la pradera junto a las casas, así como en los árboles de la montaña que todo lo resguarda.

                                                      II

El sol de la tarde ilumina la fachada grande de la casona de piedra, con su portón redondeado y sus muchos ventanucos. En la parte sur, en la solana, su balcón de madera resplandece con la sabanona grande y blanca tendida junto a ropa menuda. Debajo, donde se guardan los aperos está tapado por arbustos que quedan en primer plano junto al camino bordeado de pedruscos grandes. Detrás  de la casona más casas con sus muros de piedra que resguardan sus huertas y detrás, recortada, la ladera de la montaña, gris, pelada, altiva y silenciosa.

                                                     III

Es el final de la tarde, el rebaño de ovejas en fila de dos en dos como colegialas obedientes atraviesan el arroyo con su pastor. Éste lleva el paraguas abierto. Una lluvia fina lo envuelve todo. El camino está muy mojado y en él se reflejan los árboles llenos de musgo y hiedra, desnudos y fantasmagóricos; pero al fondo entre la niebla su casa se adivina caliente, con el fuego encendido y quizás le tengan preparada una suculenta cena. Su chimenea tiene vida.

                                                     IV

El muelle está solitario y silencioso, y allí abajo, bastante abajo, y eso significa que la marea se ha llevado bastante agua, dos barquitas azules y blancas están juntas pero sin tocarse. Varias escaleras de hierro se ven junto al muro lleno de musgo, y hojas marrones y amarillentas están contra él. Tiene que ser otoño. El mar está tan tranquilo y sin sonido que parece puedas meter el brazo en su suave colorido de tonos azules apagados y suaves.


                                                     V                    

El sol mañanero se refleja contra el mar y en el muro del puente. Da contra el Castillo y las casas que suben hacia la Iglesia. La marea está alta, y quietas, muy quietas sus barcas. Varias, de colores, salpican el cuadro dándole un toque alegre. Todas esperan a sus dueños para salir a pescar. Y  el mar, ese mar bravío ahora como un espejo, refleja los tonos  de ellas y solo se nota un imperceptible movimiento, con el silencio, ese silencio de la mañana de cuando sale el sol.

Mª Eulalia Delgado González ©                    
Noviembre 2013

No hay comentarios: