sábado, 9 de noviembre de 2013

LA FIEBRE

                                            

Papá abrió el capó del coche ¿Por qué todos los hombres, cuando el coche falla hacen lo siguiente: colocan las manos en la cintura y con cara desafiante, frunciendo el entrecejo, contemplan al motor un rato, después van al maletero y cogen la linterna, del en su mayoría intacto maletín de herramientas?  ¡eso de la linterna les da seguridad! Alumbran y... ¿esperan al genio para que les conceda tres deseos?

El primero de Papá seguro que deje llover, ya que manejar paraguas y linterna a la vez...

El segundo, dar con la avería, ¡claro!

Y el tercero y más importante, quedar ante mamá como  “unmanitasarreglatoheroefamiliarmaridoperfecto” .

Íbamos a pasar un fin de semana a casa de la abuela Mamen, era pleno invierno, vive en un pueblo entre montañas, es la madre de papá, enviudó y se retiró al campo. Al ver que mi padre no daba con la avería, salimos del coche mamá y yo;

-¿Por qué no llamas a la grúa? -dijo mi madre-, ya que no das con la avería. -Eso es ser práctica, pensé. Pero no se daba por vencido, sacaba y metía varillas del motor sin ton ni son. Por fin para quedar bien ya que el genio no aparecía , dijo:
  
-Ahora como todo es electrónico a estos motores no hay quien los entienda.
  
-¡Claro, claro querido! -respondió mamá, acariciándole el brazo-, ¿llamamos a la grúa?
  
Esperando a que llegara se nos olvidó el “oku“... ¡perdón Guillermo, mi hermano, el recién bautizado!, es que me cuesta el nombrecito.

-¡Cris! ¿y tu hermano? no está en su asiento.
  
-A mí, no me mires, lo deje diciendo ¡BURRUMMM... BURRUMMM! con un cochecito.
  
-¡Guillermo , Guillermo!
  
Apareció mojado de la cabeza a los pies, hasta el reno del dibujo del jersey que le había tejido la abuela Mamen estaba calado. Los dos tenían muy mala pinta la verdad.

-¿De dónde sales con esas pintas? vas a coger un resfriado.

Mamá lo envolvió en la manta de viaje. Llegamos con la grúa. Él encantadito de la vida ¡BURRUMMM...
BURRUMMM! continuaba.

La abuela nos estaba esperando inquieta y nos dio abrazos y abrazos de oso.

-Pero... ¡este niño esta empapado, hay que cambiarlo!
  
-¡Eso, eso vamos a cambiarlo! -deseé, pero se referían a la ropa.
  
Cenamos plácidamente en el comedor al calor de la chimenea al “oku“..., a mi hermano, tras el baño y leche caliente le acostaron y después de cenar nos fuimos todos a dormir. Al día siguiente ¡silencio, no había niño! acostumbrados a sus festivos amaneceres... era raro no se le oía, mi muñeca no estaba decapitada.

Efectivamente, el “okupa“ ahora si me apetece decirlo con todas las letras, tenía fiebre de treinta y ocho grados y como mamá tiene “FIEBREFOBIA“, llamaron al médico.

-¡La fiebre no fríe el cerebro! -le dijo mi abuela-, y menos a él, pensé, a juzgar por el diámetro de su cabeza...y llegó el médico.
  
-¿Qué le pasa al niño?
  
-Que tiene fiebre, treinta y ocho.

-¡No!, que ¿qué síntomas tiene?
    
-Nada, solo eso.
  
-Señora, el niño está bien, sólo es un resfriado, la fiebre es una defensa del organismo. Le recetare algo para la incomodidad de ésta. ¡Ay las madres! Si pasa de cuarenta o cuarenta y dos grados y tiene convulsiones eso si es para preocuparse.
  
A mamá la puso firme este DOG ¿eh? ¿La abuela se quedó con el “febril “ en la habitación y le puso colonia infantil en la cara.

-Así te sentirás más fresquito -(cosas de abuelas supuse)

Y dejó el frasco en la mesilla. No recuerdo cuanto tiempo pasó, pero de pronto oímos unos canturreos extraños desde el piso de arriba y subimos todos, la imagen era... mi hermano, el muy loco, subido en una silla con el frasco de NENUCO en ristre cantando en su idioma ... ¡La canción del GORILA! “Las manos hacia arriba, las manos hacia abajo, como los gorilas uh, uh, uh...”

Resultado el “okupaortera“ se había metido entre pecho y espalda medio frasco de colonia y tenía un colocón que si le hacen soplar le quitan todos los puntos del carnet. Y decía:

-¡Eztoy, fesquito fesquito abelita.
  
Claro como la abuela le dijo que estaría fresquito con la colonia, él ni lo dudó y lingotazo al cuerpo diría para su cerebro. Esta vez papá no dijo la típica frase de “va para“... pero seguro que pensó:

¡Dios mío tengo un cachorro de “macarrabotellonero“!


Ana Pérez Urquiza ©

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