jueves, 12 de noviembre de 2015

¿POR QUÉ TE GUSTAN LOS DOMINGOS?

El día, comenzó en mi rincón de pensar, donde realmente soy yo, donde no necesito aparentar que soy fuerte o simplemente no quiero ser yo durante un tiempo, por debajo de la puerta se colaba los primeros acordes de una canción de Vanesa Martín.
Era la señal para abandonar la cama y enfrentarme al domingo que me esperaba. Tras poner los pies en el frio parquet, el olor a tostadas me hizo salir corriendo a la cocina, el lugar de reunión de todas las familias o por lo menos  de la mía.
Además de tostadas y una taza de cola cao me encontré con una sonrisa acompañada de varios ladridos y lametones que tenían como final tirarme al suelo y darme los buenos días con estilo.
Decidí no encender la radio, no quería que alguna catástrofe me quitara esta sensación de felicidad; preferí escuchar como mi vecina  intenta cantar acompañando a la radio y saber que ella también es feliz las mañanas de domingo.
Decidí ponerme las mallas y disfrutar de un paseo en la mejor compañía, “Tango”, (que así se llama mi perro),  no paraba de pegar tirones a la correa cada vez que escuchaba un cencerro y Hugo iba dando bandazos detrás de él.  Yo solo podía reírme sin parar y sacarles fotos para capturar esa felicidad, lo que provocaba que ambos se quedaran mirándome con cara de… ¿Por qué?
La mañana siguió consumiendo los minutos y dio paso a la tan añorada tarde de domingo tan bien pensada durante el resto de la semana y planeada hasta el más mínimo detalle.
Las cortinas echadas, el sofá adornado con los cojines más mullidos de casa y una manta vieja que no cambiarías por nada del mundo porque siempre te ha acompañado en las tardes de domingo y una de las peores películas que algún guionista soñó en su cabeza e imaginó que ganaría miles de premios con ella, y en cambio solo llegó a ser la elección de Hugo para formar parte de nuestra tarde de domingo. (El mejor premio que nosotros podíamos otorgar al guionista).
Y como si fuera magia el día pasó sin ni siquiera darme cuenta dejándome esa sensación de felicidad incompleta que todo el mundo ha sentido.
                -Y todavía me preguntas, ¿por qué me gustan los domingos?
            -¡No porque ahora yo también añoro tus domingos!

Jezabel Luguera ©



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