jueves, 4 de mayo de 2017

"LA CONFESIÓN"

LA CONFESIÓN
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Inés y María paseando por el campo.

—¿Y dices que qué? —le pregunta Inés.
—¡Que sí, que te juro que es verdad!
—¿Serás burra? No jures… ¿Y cuándo fue eso?
—Un atardecer de verano, hará unos años.
—¡Cuéntamelo otra vez!
—Pero si ya te lo he contado.
—Confiesa… confiesa… ¡Yo creo que estás del revés y lo has soñado!

—Estaba contemplando el jardín cuando, de pronto, vi algo redondo y con luces posarse sin ruido entre los frutales. Tres patas tenía. Se abrió una puerta y una escalera, que de plata parecía, se deslizó bajando sin prisa. Yo me agazapé detrás de un arbusto y vi cómo dos hombres del artefacto salían.
—¿Dos hombres? ¿Y cómo eran?
—¡Pues como nosotros! ¿Por qué tienen que ser raros?
—¡Siempre dicen los que los ven que son rarísimos!
—¡Y yo que sé de dónde venían! Eran altos. Eso sí, llevaban unos monos ajustados de un blanco plateado.
—¿Y qué hicieron?
—Se agachaban y cogían cosas del suelo y las guardaban en bolsas transparentes.
—¿De plástico, como las nuestras?
—¡Transparentes!
—¿Y qué cosas?
—Musgo entre la hierba, hojas de roble y hasta una manzana y una pera; avellanas del suelo y hasta ciruelas.
—¿Todo eso?
—Y más… ¡Se metieron en la huerta!
—¿Ah, sí? ¿Y recolectaron?
—El mejor tomate y el mejor puerro, y hasta la mejor berenjena que tenía echado el ojo para la tortilla de la cena.

—Alcé la cabeza y me descubrieron. Estaba llena de estupor y de miedo. Ellos, solícitos, ademán de subir me hicieron. Temblando como una hoja, no tuve más remedio…
—¿Y qué tenía por dentro?
—Pues como un avión y un laboratorio.
—¿Cómo?
—¡Hija!, ¿no estás harta de verlo por televisión? Palancas, botones, pantallas…
—¿Y números?
—No, mira, eran signos extraños.
—¿Y lo del laboratorio?
—Para analizar lo que cogían, muchos artilugios y pipetas.
—¿Te hicieron algo?
—Sí, me tumbaron en una camilla y me pasaron por un aparato.
—¡Vamos, que te escanearon!
—¡Y yo que sé! Me cortaron un rizo y me rasparon la piel.
—¡Y de repente te despertaste!
—¡Que no, que no! Me devolvieron a mi jardín y, sin hacer ruido, desaparecieron.
—¡Hala, es más fácil creer en brujas que en eso!
—¡Qué pasa! ¿Es que vamos a ser los únicos seres del universo?
—¡Tú estás chalada!

Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ
                                                                       Abril 2017


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