sábado, 1 de julio de 2017

LA VISITA

Resultado de imagen de la suegra de visita 
            Antonia, su marido y su padre: están acabando de cenar cuando suena el teléfono. Se pone toda contenta cuando reconoce la voz de uno de sus hijos:
            —Mamá, te llamo porque necesito mandarte unos días a mi suegra al pueblo. Se trata de resolver unos asuntos relacionados con la casita que nos hemos comprado. Tú ya sabes que, debido a mi trabajo, yo no paro de viajar. Oliva es una mujer muy activa y apenas notaréis su presencia.
            Pasados unos días, Oliva llegó: una maleta pequeña, cara de vivaracha y buenos modales. Justo se disponían a comer y la invitaron a sentarse con ellos. Ese día tenían carne con patatas. Antonia pone la comida sobre la mesa y comienzan a servirse. Cuando llega el turno de Oliva:
            —No, no, no. Yo, carne, ni hablar; todo son hormonas. Y las patatas, tampoco me fío de ellas. Creo que me haré una ensalada de remolacha y una infusión de diente de león.
            Pasados los primeros días, comer una hamburguesa delante de aquella mujer era un delito. Y luego, tratando que todos bebieran agua de la mar, pues era lo que mejor depuraba los riñones.
            En la habitación de invitados, que era su aposento, hubo que retirar el cuadro que con tanta ilusión Antonia había comprado en los chinos y que tanto le gustaba, pues Oliva sugirió que “le daba malas vibraciones”. El cigarro que el abuelo acostumbraba a fumar después de comer se hizo delito casi con multa, pues el humo “penetraba en los pulmones”. Sus baños con agua fría, “es bueno para la circulación” —y el pobre abuelo susurraba: “¡si me quito el refriado! Y esas infusiones, que son como medicinas… ¡dónde está mi cafelito!
            —Bueno, familia, me ausento; pero en breve volveré, y no de visita, sino a pasar una larga temporada con ustedes…


Mari Carmen Bengochea ©

1 comentario:

lns Ángeles Sánchez Gandarillas dijo...

Amiga mía, cada día me sorprendes más y eso que sé de tu valía.
Abrazos.