miércoles, 22 de noviembre de 2017

infancia




NADIE DIJO QUE SERÍA FÁCIL
Imagen relacionada
Si cierro los ojos, puedo volver a ese mismo instante, donde esos brazos paternales, donde tantas veces me resguardaba de mis miedos, se convertían en el pilar para poder entender qué significaba ese dolor tan profundo, que solo podía expresar en forma de lágrimas infinitas.
        Enano, tranquilízate; no puedo entender qué te pasa si no paras de llorar. Por favor, estás temblando.
        No puedo…, me duele…, no puedo parar de llorar; ayúdame papa…, no lo entiendo.
        Hacemos una cosa: llora lo que quieras y, cuando estés preparado para poner en palabras tu dolor, aquí estoy (y me estrecho en sus brazos, más fuerte aún si cabe).
No sé cuánto tiempo pasó hasta que mis gimoteos se volvieron mudos y dejaron paso a las palabras.
        Papa, siento… una alegría infinita y el miedo más profundo al mismo tiempo. Soy como las caretas del teatro (drama y comedia), lágrima y alegría, y no sé por qué.
        Enano, ¿cuándo te sientes así?, ¿todo el tiempo o puntualmente?
        Me levanto tan contento como siempre, con ganas de ir al cole; pero en el momento en que mis ojos se cruzan con los de Violeta, un torbellino de emociones se apodera de mí, la alegría que siento se refleja en la sonrisa que se dibuja en mi cara. Ella me responde con otra del mismo color. Entones, esa misma sonrisa se la regala también a Daniel: la alegría se transforma en una tristeza y odio hacia mi amigo de recreo.
Mi padre se acomodó en su viejo sillón de escay, y a mí en sus rodillas. Con sus ojos verdes mirando fijamente a los míos, empezó aquel discurso que hoy en día recuerdo en modo de moraleja.
        Enano, ese torbellino que me describes se llama amor, ¿sabes qué es eso? Es sentir alegría cuando ves al ser amado, como te pasa a ti con Violeta, y sentir miedo de perder a ese ser, que es único para ti, por cualquier persona que simplemente piensas que es mejor que tú y que se merece esa atención especial, como te pasa a ti con Daniel. Pero voy a contarte un secreto: el amor es imprescindible y distinto cada vez que lo sentimos. Pero nadie dijo que fuera fácil dejar de ser niño, para empezar a amar.
¿Qué te parece si mañana invitamos a Violeta a merendar y así te ayudo a empezar a ser adulto?

Jezabel Luguera González ©



No hay comentarios: