sábado, 3 de febrero de 2018

EL BESO

EL BESO
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Voy de camino a casa, otra mañana más. En casa me espera mi familia, pero no me doy prisa. Son diez  minutos de coche y los conduzco tranquilamente; uno, porque el camino de vuelta resulta precioso, con el mar al fondo entre curva y curva, y dos, porque estarán desesperados y nerviosos esperándome para comer. Hace un día espectacular, un sol radiante para ser un mes de diciembre, pero fresco; hoy podré llevar a cabo la única prescripción médica que llevo al dedillo: veinte  minutos diarios al sol.
El recibimiento en casa es como siempre: ¿qué hay para comer?, ¿cuándo comemos?, no me gusta, ¿no hay otra cosa?, ¡no me deja hablar! Y las respuestas de siempre: ¡hay comida!, ¡siéntate bien!, ¡no hables con la boca llena!, ¡no grites!, ¡deja hablar a tu hermana!, ¡vaaale!, ¡caaalla!… Y entonces me acuerdo de Gloria, la profesora de infantil, que, en la primera reunión a la  que asistí –no se me olvida, y ya hace quince  años–, nos decía: que de cien  semillitas que plantáramos en nuestro hijos, si germinaban diez , que nos diéramos por contentos. Yo planto semillas tooodos los días a la hora de comer.
Finalizada la comida y cada uno a sus tareas, me dirijo a la terraza de la calle y me siento en las escaleras a cumplir mi obligatorio rato de medicación. Cierro los ojos y dirijo mi cara hacia este astro rey que hace subir mis niveles de vitamina D y alguna cosa más que no me acuerdo. Siento sus rayos acariciando mi piel, que provocan  una sensación de paz que inunda mi ser, de luz y hasta un poquito de calor; es como si la vida te abrazara, te arropara, te ¡mmm!... Y es cuando noto tu presencia y, sin abrir los ojos, me llevo el dedo índice a mi mejilla derecha, haciendo una leve señal y te me estrellas encima, veinte  kilos de un saco de pulgas, blanco y negro, lleno de pelo que, de un lengüetazo, recorres mi cara y te tengo que apartar rápidamente, porque si no, me vas hacer un lifting; cola, patas y hocico expresan la alegría que te da verme. Es el beso más sincero de toda la mañana y siempre sucede durante estos veinte  minutos mágicos al sol.

Rosa María Díaz ©


2 comentarios:

jezabel dijo...

Un final inesperado, por lo menos para mí.
Muchas gracias por mostrarnos poco a poco trocitos de eso que llamas tu mundo, haber como nos sorprendes este mes.

bienvenida ha esta locura llamada taller

Anónimo dijo...

Gracias!!, la proposición de este mes es un poquiiiiiito difícil