domingo, 29 de abril de 2018

LA TORTURA




A Victoria la han ingresado en un hospital. No saben lo que tiene y los médicos están rodeando su cama. La asan a preguntas y ella contesta con susurros. Le ponen una inyección, supuestamente para los dolores que tiene. Se va quedando amodorrada, nota que la ponen en una camilla con sus cosas encima y escucha a alguien decir: “¡A la Sección de Robótica!”

Pasillos y más pasillos, hasta que la dejan en una habitación. No sabe si está sola o acompañada, solo tiene mucho sueño, mucho sueño…

De pronto, se abre la puerta y aparece un robot blanco y azul de mediana estatura. Lleva un sillón de ruedas. Victoria no da crédito a lo que ven sus ojos. Le retira su ropa de la cama.

–Pón-ga-se en po-si-ción.

–¿En posición de qué?

–La ten-go que lle-var. Pon-ga las pi-er-nas ha-cia fue-ra y apó-ye-se en mí pa-ra sen-tarla.

–¿Pero de qué va esto? ¡No me levanto, cacho cabrón! ¡QUIERO UNA ENFERMERAAA!

–Ca-brón: “ma-cho de la ca-bra”.

            –¡Ah! ¿Pero me entiendes?

–¡Se-ño-ra, nos es-tán es-pe-ran-do!

            –¡Pues no me siento!

Al robot no le quedó otra que cogerla y sentarla en la silla. La cubrió con una manta y se la llevó.

–¡Socorroooo!

Se dio cuenta de que por los pasillos iban más enfermos así, todos guiados por robots. Pasillos y más pasillos, ascensor lleno. Quería hablar con alguno, pero no le contestaba nadie; parecían más robotizados que el mismo ser de plástico, de ojos rojos, que la llevaba a ella.

Abrió una puerta grande y dieron a una sala donde había un aparato enorme y monstruoso, con una boca redonda y una camilla.

–¡Sú-ba-sé a la ca-mi-lla y pon-ga la ca-be-za a-quí!

            –¡Ah! ¿Pero piensas que voy a poner mi cabeza en esa jaula de pájaros? ¿Y EL MÉDICOOO…, DÓNDE ESTÁÁÁ…?

–¡Se-ño-ra, hay más pa-cien-tes es-pe-ran-do, ha-ga lo que le di-go!

            Detrás del aparato, se veía a otro robot. Este era blanco y verde, con ojos azul oscuro. Cuando logró ponerse en aquella camilla, la envolvieron con una sábana blanca.

–¿Pero para qué me envuelve como si fuese una momia?

–¡No pu-e-de mo-ver los bra-zos!

–Se-rán dos se-sio-nes de ve-in-te mi-nu-tos. No se mu-e-va.

Y se la tragó el aparato.

–¿Qué es esto? ¿Dónde estoy?

Comenzó a escuchar ruidos raros… tacatá, tacatá, tacatá…

–Parece la caballería –pensó–. Glu, glu, glu…. Mira, ahora parece una cascada de agua…

De pronto, le empezó a picar la nariz.

–¡No res-pi-re!... ¡Res-pi-re!

No podía ser cierto. ¡Ahora le picaba la cabeza!

–¡No res-pi-re!... ¡Res-pi-re!

–¡SOCORROOO...!

–¡QUE UNA PERSONA HUMANA VENGA A RESCATARMEEE…!

            –¡Señora, señora; por favor, despierte!

–¡Qué, qué! ¿Dónde estoy? ¡Por fin una persona humana! ¡UNA ENFERMERA!

–¡Qué dice, señora?

–¡Nada, hija, nada…!

–Vengo a ponerle la vía… Tendrán que hacerle pruebas, luego vendrá el doctor…

–¡Sí, hija sí…!

–A ver ese brazo… Vamos a buscar la vena…

¡Nunca un pinchazo le supo más dulce! Pero… ¿hasta cuándo?

                                        Mª EULALIA DELGADO GONZÁLEZ©
                                                                                   Abril 2018

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