domingo, 29 de abril de 2018

TORTURA




Estoy en silencio y le oigo. A veces suena; hoy tiene eco; ¡hoy son dos! ¡Por fin he encontrado a mi torturador! Estoy en el salón y le estoy escuchando. Llevo toda una vida con él y todavía no le había reconocido. Le he reconocido a la vuelta de Madrid, en mi cara desencajada. No me quiero engañar. Cuando paseo por la calle Sta. Isabel y veo parejas de la mano, mujeres de la mano, escucho las voces castizas que vienen del patio interior de casa Tita Cocolita, sé que mi ciudad me encanta. No es ella.

En una ocasión, estuve ‘encerrada’ durante una semana en un hospital.

–¡Nadie puede entrar! Te pasaremos la comida. Tendrás que limpiar tu propia habitación.

Pero él entró. Se quedó quieto. Me miró. No dio ningún paso, o los daba muy lentos. Me quedé pálida. Miré la ventana: estaba cerrada. Dos días más tarde lo comprobé cuando me disponía a ventilar, cuando me pareció que él ya no estaba.

Ahora sé quién es: el tiempo.


Almudena Pascual ©
Ruiloba, 24 de abril de 2018

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