viernes, 12 de octubre de 2018

PARÉNTESIS




(Con palabras y refranes obligados, en negrita.)


            Vivo en un edificio en el que hay treinta y dos viviendas. Una vez a la semana, un hombre llama a mi puerta a pedir una limosna. Le doy una moneda y un poco de palique y él, después de agradecérmelo, me comenta que está a punto de conseguir un trabajo y que su suerte va a cambiar. Tanto si hace calor como frío, es más o menos nuestro tema de conversación. Según él, su refrán: ande yo caliente, ríase la gente.

            En Navidad, trata siempre de agasajarme deseándome lo mejor para toda mi familia. En esos momentos siento una gran paz, por la sencillez de sus palabras.

            Esta relación semanal se viene alargando ya desde hace aproximadamente seis años. Mis vecinos, y también en mi casa, me comentan que soy tonta y que a mi puerta es a la única que llama, que tiene un coche que no está nada mal y que desayuna de cafetería.

            No creo que yo sea una persona especial, pero sí un poco de esperanza. ¡Qué verdad es que el hombre más rico es el que sabe lo que va a hacer mañana!

            Espero que el verano cambie su suerte.

Mari Carmen Bengochea ©

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