I
Una mañana de invierno, reunidos ante la mesa del
notario para la lectura del testamento del finado. Todos con gesto serio y
expectantes. Empezaban a intranquilizarse, pasaban los minutos y nadie
aparecía.
De repente, se abre una puerta y aparece el notario,
acompañado de una persona.
–Se interrumpe la cita, porque han aparecido nuevos
herederos y tienen que estar presentes.
–Imposible. Somos los únicos parientes, ¡tiene que
haber un error!
–Hagan el favor de abandonar el despacho y esperen
a ser citados de nuevo.
Los allí presentes abandonan el lugar, sorprendidos
y enojados por lo escuchado en la sala. No entienden nada.
II
El coche negro aparcó
enfrente de la gran casa. Salieron dos personas, que atravesaron la verja y se
acercaron a la puerta principal. Llamaron al timbre y seguidamente la puerta se
abrió y apareció una mujer, que les hizo pasar al interior.
Luis camina en la noche
oscura y se detiene ante lo que está visualizando. Queda parado y se frota los
ojos. Vuelve a mirar y emprende la retirada con celeridad.
Entra en el bar y
sorprende a todos los allí reunidos:
–¡En la casa grande
está pasando algo muy extraño! He visto entrar a dos alienígenas, gemelas, de
tez muy oscura y algo me dice que no vienen en son de paz.
–¿Qué significa
alienígenas?
–Son personas extrañas,
venidas de otro país u otro mundo.
–Has hecho el recorrido
por los bares de la zona y ves alucinaciones. Explícate mejor.
–¡No estoy ebrio! ¡Sé
lo que he visto en la casa! Algo sucede y mañana nos enteraremos.
Entre risas e
historietas, acabaron la noche.
III
La madre de Luis lo
despertó a primera hora de la mañana.
–¡Despierta, despierta!
¿Sabes lo que ha pasado en la casa grande?
–Sí, fui testigo de un
hecho extraño.
–¿Qué es lo que se
cuenta por ahí?
–Que han llegado unas
muchachas. Dicen que son de Perú, que son hijas de don Manuel y que vienen a
reclamar la herencia de su padre.
–¿Hijas del muerto? ¡Pero
si sus hijos son María y Manuel!
–Por lo visto, cuando
marchó hace años a controlar los negocios que allí tenía, se casó con una mujer
en esas tierras y tuvo dos hijas, que son las que acaban de llegar y tienen
todos los papeles en regla. Son sus hijas y vienen a por lo suyo.
–Va a ver problemas,
pues la familia de aquí pondrá todas las trabas posibles para no perder dinero
ni propiedades, que haber hay mucho, pero no estarán dispuestos a repartir con
extraños.
–Hay mucho movimiento
en la casa, están nerviosos. Están reunidos todos los parientes y han venido
los abogados de la familia para intentar que se lleve a efecto la voluntad del
finado.
–¿Cómo te has enterado
de lo sucedido?
–Por la chica que cuida
a la abuela; lo estaba contando en la panadería.
IV
En la casa estaban todos reunidos. Habían recibido
una llamada en la que les comunicaban la llegada de sus hermanas, venidas desde
Perú.
–No puede ser cierto. Vuestro padre no ha podido
hacernos una cosa así. Esto es imposible…
–Tiene que haber alguna carta, fotos o algún
documento en el despacho de papá, que pueda explicar esta situación. Voy a
intentar buscar entre sus cosas. Papá viajaba todos los años a Perú y
permanecía allí durante cinco meses; por negocios, decía él: ahora empiezan mis
dudas…
–Se acerca un coche, está aparcando, ¡ya están
aquí! ¡Tratemos el asunto de una manera civilizada, a ver qué es lo que
pretenden estas dos!
Suena el timbre y Lucía, el ama de llaves, abre
inmediatamente la puerta principal e invita a pasar a las hermanas y las
conduce al salón donde se encuentra la familia.
Se hacen las presentaciones. La tensión se palpa en
el ambiente. Se hace un largo silencio y todas las miradas se centran en las
visitantes.
Gritos, insultos, todos han perdido las formas y su
educación tan exquisita. El dinero
destapa las miserias personales. No hay diálogo posible, están todos muy
alterados y las gemelas, ante tanta hostilidad, deciden abandonar la casa
precipitadamente.
–Nos veremos ante el notario. Reclamaremos lo que
nos pertenece. Nada más tenemos que hacer en esta casa.
V
Las hermanas estaban a punto de embarcar en el
vuelo de Iberia con destino a California. Todo había salido perfectamente,
habían logrado estafar a la familia del empresario que habían conocido en el
hotel donde se hospedaba en sus viajes a la capital. Don Manuel les había
contado toda su vida y les había informado del patrimonio económico e
inmobiliario que poseía.
VI
Don Manuel murió una noche en su cama de hotel, de
un infarto fulminante, según certificó el médico que se personó por
requerimiento del gerente del establecimiento.
Las gemelas, encargadas de la limpieza de su
habitación, lloraban desconsoladas, pues, según ellas, le estimaban mucho.
El cadáver fue enviado a España, donde esperaba su
familia para dar el último adiós al amado y querido esposo y padre.
Las gemelas desaparecieron del hotel y no tuvieron
noticias de ellas. No dejaron rastro alguno y, con el paso del tiempo, fueron
olvidadas.
Nieves Reigadas ©
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