domingo, 11 de noviembre de 2018

NEXUS Y GRETEL




Me llamo Nexus, y lo único que quiero es mi casa y mi teléfono.
Me llamo Gretel, y lo único que quiero es tu casa y tu teléfono.

¡Acción!
Tú, primero.

“Nueve de la mañana, ya suena la campana…”, cantaba Tequila. Aquí, ahora y desde hace un lustro, no canta ni Dios. ¡Viva el superhombre!, me digo. ¡Viva el superhombre!, decía Nietzsche. ¡Maricones!, me digo. ¡Mariconazos!, me repito.

Esto es insufrible. Impasible el ademán ya está. Y así está, como el tema de marras: impasible, cansino y repulsivo. Gretel, estoy asexuado.

“Hay un tipo dentro del espejo que me mira con cara de conejo…”, cantaba Jorge Ilegal. El castigo ha estado siempre presente. ¡Viva la revolución del polen!, me digo. ¡Salvemos las amapolas!, decía Matilde. ¡Fachas!, me río. ¡Salud!, me repito, pero con el vino. Hay que tomar medidas si pretendemos un mundo mejor. Nexus, estoy anestesiado.

¿Y qué hacer? No hay salida. Sí, sí la hay: mearte encima de ellos y que despierten, espabilen y hagan bien su trabajo, que para eso existe el esfuerzo y el compromiso. Hazlo y que les escuezan los ojos. No te contengas, cuanto antes mejor; y entonces corearán como borregos que son: ¡viva la lluvia dorada!, seguido de una decena de vivas al unísono: ¡VIVA! ¡VIVA! ¡VIVA!..., y poco a poco te pedirán más, porque son eso, unos viciosos insaciables. Gretel, estoy enamorado.

¿Y qué hacer? Avanzar. Comprad látigos de látex, sin aditivos ni componentes anímales, y azotaos unos a otros. Azotaos, gemid y terminad aullando hasta que se os caiga la piel a tiras. Os gusta azotar y ser maltratados y sobremanera adorar al dios de la fusta, porque ellos son eso, unos corruptos recalcitrantes. Nosotros, no; nosotros somos estupendos. Nexus, estoy excitado.

Lo mejor es escapar, salir de naja. Y mientras, tú sigue disertando banalidades varias que no puedo entender. O hablamos otro idioma o somos de otro planeta. ¡Oh, sííí!, del planeta del polvo querría ser, como los hermanos químicos, para zambullirme en las estrellas fluorescentes del desierto. Gretel, es una entelequia.

Lo mejor es progresar y, si es necesario, pasar por encima de todo; para eso estamos mejor preparados. Y mientras, tú sigue pisando. O hablamos otro idioma o somos de otro planeta. ¡Oh, sííí!, del planeta verde querría ser, como los jóvenes de las Alpujarras, para realizar el ritual de cultivar cereales y ayudar, no sé bien cómo ni a quién, pero ayudar, y de paso vivir sin hacer. Nexus, es una gilipollez.

A veces pienso si no tenía que haberte regalado esos guantes de velcro que tanto ansiabas y soltarte en mitad de un prado lleno de ovejas para que te desahogases; los borregos se juntan con los borregos. Ahí estuvo el error: tú querías pasión salvaje y yo me reprimía; tengo a la bestia oprimiéndome el pecho. Las ovejas balan y las personas nos angustiamos. Te odio, Gretel.

A veces pienso si no tenía que haberte regalado esas botas de goma que tanto ansiabas y soltarte en mitad de un estercolero lleno de cerdos para que te desahogases; los cochinos se juntan con los puercos. Ahí estuvo el error: tú te reprimías y yo buscaba juegos prohibidos; tengo a la bestia oprimiéndome el pecho. Los cerdos gruñen y las personas nos angustiamos. Te amo, Nexus.

Nexus, yo sólo quiero tu casa y tu teléfono.
Gretel, yo sólo quiero mi casa y mi teléfono.

Óscar Nuño ©

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