viernes, 14 de diciembre de 2018

COMIDA




Sábado, cumpleaños de la abuela Mamen. Nos invitó a un buffet nuevo en la zona; le hacía ilusión, su amiga íntima se lo recomendó.

A mi Abu le gusta llegar pronto a los restaurantes, ya que dice que más tarde te sirven las sobras, así que, a las dos de la tarde, puntuales, estábamos en la fila del buffet libre.

Okupa el primero, ¡por supuesto! Mamá se adelantó para servirle, tras coger una bandeja:

            Okupa:            –Vaz dezpuéz de yo, mamá.

            Mamá:            –Después de mí.

            Ocupa:            –¡Que no, que dezpuéz de yo!

Mamá le dejó por imposible y le sirvió en su bandeja lo que consideró apropiado para él. Nos fuimos a una mesa, cada uno con su menú elegido. No nos dejó sentar porque sus amigos invisibles no tenían sitio para comer:

            Okupa:            –Julio no quiere zentarze con Carolina porque ez mi novia.

Abu:                –¡Ay, Dios Todopoderoso!

Dejamos dos sillas libres para Julio y Carolina. La gente nos miraba. Mi hermano miró su menú como Carpanta, cuchillo y tenedor en ristre:

            Okupa:            –Yo quiero comida. Ezto no ez; quiero cocido de mi madre, así ze me “alangran” loz huezos y crezco, ¿verdad, Julio? Loz trez comeremos en un plato.

Mamá:            –¡A comer ahora mismo!

Mi hermano comenzó a comer entre su novia, Carolina, y su amigo Julio; eso sí, repartiendo porciones entre tres.

            Abu:                –¡Ay, Dios Todopoderoso!

            Okupa:            –Abu, la mujer del Dioz Todopoderozo, ¿ze llama Todapoderoza? Julio dice que ha terminado y Carolina también.

            Papá:               –Déjate de tonterías y come. Entonces mi hermano siguió comiendo, pero el tenedor se lo llevaba fuera del plato, pinchando la mesa.

            Mamá:            –¿Qué haces, Guillermo?

            Okupa:            –Ez que no veo bien, mamá.

            Mamá:            –Ves estupendamente. La última prueba en el colegio así lo confirmaba.

            Okupa:            –Que no, mamá. Yo quiero tener gafaz, como Carolina y Julio.

            Abu:                –¡Ay, Dios Topoderoso! Este niño está loco, hija.

Papá bebía cerveza, comía y volvía a beber cerveza con los ojos puestos en el infinito.

Yo, sentada al lado de Carolina, le dije:

            –De cuñada a cuñada: no sé qué has visto en él. Y otra cosa: ¡cámbiate las gafas, te quedan fatal!

Me decapita las muñecas... Duerme con un osito de peluche...


Ana Pérez Urquiza©

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